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La buena noticia

Los primeros creyentes han visto en Jesús, antes que nada, una buena noticia. Así ha titulado su pequeño escrito el primer redactor cristiano que ha recogido los dichos y la actuación de Jesús: «Buena noticia de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios».

Una buena noticia trata siempre de un acontecimiento feliz que no es todavía conocido, aunque en el fondo, el ser humano lo espera y lo busca.

Pero, ¿qué ha anunciado y ofrecido Jesús, que todavía no es conocido por los creyentes aunque éstos lo esperan y buscan? ¿Hay todavía algo que toda persona seguimos anhelando y que podemos encontrar una respuesta en Jesucristo?

La mayor originalidad de Jesús consiste en anunciar de manera convencida que con él comienza ya a realizarse una utopía que estaba siempre viva en Israel y que es tan vieja como el corazón de toda persona de buena voluntad: la desaparición del mal, de la injusticia, el dolor y la muerte. Lo que Jesús llamaba el reino de Dios.

Este es el anuncio de Jesús: algo nuevo se ha puesto en marcha en la historia. La humanidad no camina sola, abandonada a sus propios recursos. Hay Alguien empeñado en la felicidad última de cada uno de sus hijos. En el fondo de la vida hay Alguien que es bondad, acogida, liberación, plenitud: Dios, nuestro Padre.

Esto lo cambia todo. Comienza una situación nueva en la que se nos invita a comprender y vivir nuestra existencia de una manera nueva: construyendo el reino del Padre, es decir, construyendo una convivencia fraterna, hecha de justicia, verdad y paz.

La llamada del Bautista es clara: «Preparadle el camino al Señor». Dios comienza a ser algo real en nuestra vida cuando la vivimos de manera más humana. Empezamos a escucharle cuando escuchamos lo mejor que hay en nosotros.

Es de gran importancia tomar conciencia de que la fe es un recorrido y no un sistema religioso. Y en un recorrido hay de todo: marcha gozosa y momentos de búsqueda, pruebas que hay que superar y retrocesos, decisiones ineludibles, dudas e interrogantes. Todo es parte del camino: también las dudas, que pueden ser más estimulantes que no pocas certezas y seguridades poseídas de forma rutinaria y simplista.

Cada uno ha de hacer su propio recorrido. Cada uno es responsable de la «aventura» de su vida. Cada uno tiene su propio ritmo. No hay que forzar nada. En el camino cristiano hay etapas: las personas pueden vivir momentos y situaciones diferentes. Lo importante es «caminar», no detenerse, escuchar la llamada que a todos se nos hace de vivir de manera más digna y dichosa. Este puede ser el mejor modo de «preparar el camino del Señor».”

José Antonio Pagola

 


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