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DECÁLOGO PARA UN CATEQUISTA

 

1) Ten confianza pues es el Señor quien te dice:

No temas que yo te he elegido, te he llamado por tu nombre. Tu eres mío. Si pasas por aguas profundas yo estoy contigo, si cruzas grandes ríos no te anegarán. Si pasas por el fuego no te quemarás, ni las llamas te consumirán. Porque yo soy tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. Eres precioso a mis ojos, eres estimado, yo te amo. No temas que yo estoy contigo. (Is. 43, 1-5)

Medita detenidamente estas palabras. Grábalas en tu corazón. Tú no eres uno más para Dios. Eres tú... El Señor ha venido a tu orilla, sonriendo; y mirándote a los ojos ha dicho tu nombre. El es quien sale a tu encuentro, establece un "pacto" de amistad contigo para enseñarte a amar, a ser radicalmente solidario con todos los hombres y, sobre todo, con los más necesitados, con los más pobres de la tierra.

 

2) Carga con tu cruz. La cruz que hay en tu vida...

La cruz de los demás. El camino que abre la tarea de educar exige solidaridad radical contigo mismo y con los hermanos.

Piensa que no podrás formar a los demás si no buscas respuestas adecuadas a tus heridas y las heridas de tus hermanos.

 

3) Conócete. Acepta con paz tus limitaciones y confía...

Deja a un lado tus temores, tus miedos, tus desconfianzas e inseguridades …

Descalza tu vida de todo lo que sea egoísmo. Deja tus mediocridades, tu deseo de comodidad, tu preocupación por no complicarte excesivamente la vida. "Descalza tu vida" y ten un corazón simple como un niño, grande y fuerte como de madre, un corazón que acoge y que a todos se entrega.

Descalza tu vida. El camino de la educación exige purificación constante. Que puedas mirarlo todo con ojos limpios. Sólo con ellos verás a Dios y el verdadero rostro de los hermanos. Busca y ama la sencillez, la simplicidad y la transparencia. Renuncia a las dobles intenciones, a la doble vida. Aprende a mirar a los ojos, "cara a cara".

Aprende a vivir desde los pequeños detalles. Sensibilidad para descubrir las pequeñas manifestaciones de amor, de generosidad, de libertad... pero, también de egoísmo, de dolor, de esclavitud... Aprende a traducir los pequeños detalles en llamadas al compromiso y a la entrega.

 

4) Libera tu vida de todo lo que sea desamor, crítica destructiva, discordia, división...

Vive la verdad del amor y nunca pongas limite a tu entrega.

La vocación de educador exige "alma de pobre" para reconocer en todos a hermano que necesita ser amado. Capacidad constante de perdón búsqueda constante de justicia, verdad y paz.

 

5) Vive reconciliado...

Busca la paz interior. Haz oración. Recuerda siempre que el Señor camina contigo

Él es tu fuerza, el motivo de tu confianza. Detrás de cada problema, de cada diálogo, de cada dificultad propia o ajena, encontrarás, si te paras a mirar, el rostro atento de Jesús que te dice: "No temas, soy yo, estoy contigo".

Sé exigente contigo mismo pero también debes aprender a peí donarte, aceptar tu cansancio y tus caídas. Es importante que vivas siempre reconciliado contigo mismo.

Y vive la reconciliación con los demás. Crea comunión en tu entorno, que predomine en ti la disponibilidad cordial y acogedora, la comprensión y la alegría comunicativa y esperanzada.

Que todos puedan encontrar en ti la mano amiga que hace más llevadero el camino de la vida. Que tus palabras sean siempre de aliento y de amistad. Renuncia a las palabras duras e hirientes. No juzgues, no midas, nunca dejes a nadie por imposible, nunca creas que conoces demasiado a las personas que Dios pone en tus manos.

Confía en las personas, recuerda siempre que en todos hay un ''rincón" de bondad escondido entre las apariencias... y si no lo descubres piensa que tus ojos no pueden ver con claridad a causa de los prejuicios o de las opiniones de los demás. Procura dirigir tu mirada a esta bondad que hay en el corazón de toda persona humana. Sólo, así, podrás vivir reconciliado.

La reconciliación fraterna es condición necesaria para responder con fidelidad a tu vocación de educador. No podrás mirar a Dios si no puedes mirar con amor a tus hermanos. No podrás escuchar a Dios, si no los escuchas a ellos. No podrás vivir en comu­nión con Dios si no estás en comunión con todos.

 

6) Ama la naturaleza...

El sol, el aire, los árboles, la tierra... Son obras del Señor.

Descubre su mano y su presencia en la creación. Vive reconciliado con la tierra y así encontrarás en ella un motivo para alabar al Creador en todas sus criaturas. El amor a la naturaleza te llevará a vivir en la sencillez y en a simplicidad de un espíritu abierto, amplio y acogedor. Ama también el expresivo silencio Je la naturaleza, aprende su belleza y recrea en tu vida su serenidad para que puedas renovar constantemente tu diálogo con Dios y con os hermanos.

 

7) No vivas ni distraído ni disperso...

Ten los ojos siempre abiertos para descubrir en tu vida la presencia te Dios y de los hermanos.

Vive atento para descubrir los pasos del Señor en tu historia personal. El está presente en todo, sale a tu encuentro constantemente. El siempre está. Procura que tu vida no esté invadida por el desasosiego y las prisas. No dejes que las preocupaciones arraiguen en ti y lleguen a angustiarte. Que la confianza en Dios, que todo lo puede, te dé siempre paz.

 

8) Que tu corazón sea hospitalario...

Recuerda constantemente aquellas palabras del Evangelio de Juan: Amaos mutuamente porque el amor viene de Dios y todo aquel que cree ha nacido de Dios y conoce a Dios." (1 Jn 4, 7).

Abre tu vida a todos, sé fuente de gracia, generosidad, amor y entrega. Y permite jue los demás se abran a ti. Que te sientan compañero de camino, dispuesto siempre a la confidencia, a la escucha serena, a la palabra tranquila. Que tu vida sea remanso de Paz.

 

9) Y abre tu vida a Jesús de Nazaret, el Cristo...

El es el camino, la verdad y la vida. El te enseñará el camino que debes ofrecer a aquellos que El te entrega.

El te enseñará la verdad que debes mostrar a aquellos que El te invita a cuidar. El te enseñará la vida que debes regalar a aquellos que El te permite recrear.

Él es el único maestro, el único educador. Déjate enseñar. Asimila su pedagogía: su hablar, su mirar, su escuchar, su responder, su ser y su estar.

Que su sabiduría guíe siempre tus pasos, tus decisiones, tus palabras, tu quehacer.

Aprende de María que supo "guardar sus palabras en su corazón" y acompañarle en su vida hasta la "hora" final. Así serás siempre fuente de vida verdadera para todos aquellos que El te permite educar.

 

10) Deja que Dios penetre todos los rincones de tu vida...

Permite que su luz y su presencia invadan tu vida.

Esfuérzate por hacer las cosas bien, por poner atención en todo, por vivir todo el día con esperanza y descubrirás una oración pura, simple, integrada en la vida y con fuerza para integrar los diversos quehaceres diarios. Para que esta oración pueda llegar a los demás no es necesario que hables de ella. Ya se descubrirá en tu alegría comunicativa. En tu cordialidad. En tu buen humor. La oración que nace de la vida abre las puertas a la oración de "escucha atenta" de la voluntad de Dios. Busca, por ello, una fidelidad constante, creciente y plena de amor. No permitas que las pequeñas infidelidades de tu vida difunden tu sincero deseo de vida plena de sentido y de donación.

 

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