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Ley de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales

Dos caras de la moda “eco”

 

La propuesta del “Proyecto de Ley Orgánica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales” que ha sido aprobada en primer debate por el Parlamento Nacional Ecuatoriano ha actualizado en las comunidades kichwas del Bajo Napo los viejos reclamos de sus territorios ancestrales delimitados que, en los tiempos de la fiebre por la creación de Parques Nacionales y Reservas ecológicas (años 80), se les negó contra todo derecho. El 26-VII-79 se crean el Parque Nacional Yasuní y la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno, que después de múltiples mutilaciones, invasiones de colonos, contaminación petrolera y ampliaciones arbitrarias se superpusieron, sin consulta alguna, a los territorios originarios demarcados desde hacía más de 10 años por las comunas kichwas del Napo. 

En su tiempo pidieron la legalización al IERAC, al INDA, al MAGAP, al INEFAN y últimamente al MAE. Es una historia triste y repetitiva de agresiones y sinsentidos. Al hacerse las leyes forestales vieron sus tierras invadidas por las instituciones estatales y las compañías petroleras, a quienes asignaban tierras al alimón. Existen mapas antiguos de sus cabidas y trochas de señalamiento de sus lindes que las mantienen limpias año tras año, junto con el reclamo de los títulos sobre sus derechos ancestrales. ¡No hay peor sordo que el que no quiere oír!

Hasta el boom del petróleo estos territorios eran un mito y los grupos indígenas los transitaban libremente. De pronto la amazonia se convirtió en la tierra prometida, el futuro de la patria. La gente que vivía aquí, sin embargo contaba muy poco. ¡Más canta un pajarito o luce un arbolito! Los grupos indígenas en vista de estas circunstancias y de que el tiempo apremiaba, una vez que se organizaron en comunas por el año 1975, optaron sabiamente por trazarse sus propios linderos, encerrando dentro de ellos sus tierras ancestrales. Más tarde y a cuentagotas se fueron entregando a las comunas sus títulos de propiedad incompletos. Los trozos partidos de las áreas ancestrales linderadas que se encuentran en las margenes del río Tiputini (Parque Yasuní) y de los ríos Pakuya, Ocaya y Cocaya (Reserva Faunística Cuyabeno) quedaron cercenadas e irredentas debido a la despiadada política de creación de áreas naturales de protección estatal en las comunidades nativas tradicionalmente asentadas en ellas, y entregadas al Ministerio del Medio Ambiente (MAE) ¡Hoy se ve la posibilidad de su adjudicación según se propone en la nueva Ley de Tierras y Territorios Ancestrales: “En el caso de legalización de tierras comunales o territorios en áreas protegidas, patrimonio forestal del Estado o bosques y vegetación protectores, la delimitación y adjudicación la realizará la Autoridad Agraria Nacional de conformidad con los lineamientos que establecerá para el efecto la Autoridad Ambiental Nacional.” (Art. 74)

La creación de parques y reservas naturales está orientada hacia la preservación y el cuidado del medioambiente. Sin embargo las actividades empresariales que se realizan en ellas y que cruelmente se las relaciona con la naturaleza: ecoturismo, ecopetróleo, ecoindustria, ecoagricultura, ecodiscurso…, en la práctica es una moda “eco” que tiene dos caras: La una idílica que mira al gran público, que nos habla sobre las bondades de una vida romántica cursi de tipo Pocahontas, o nos describe la belleza prístina de los paisajes en los DVDs del ITT, o se jacta de las fabulosas riquezas que, en torno a la filosofía del “bien vivir”, se ven en las mansiones de ensueño de nuestras élites en los spots publicitarios y turísticos. Esta “moda eco” tiene poco que ver con la preservación ecológica. El ecoturismo ¿nos llevará al “contacto” con la naturaleza y fomentará el diálogo entre sociedades y culturas? El ecopetróleo y otros econegocios agrícolas ¿planificarán el desarrollo y bienestar de los pobres del Ecuador o de las ganaderías de China y Europa? Con el ecodiscurso ¿saldrán de la pobreza, la ignorancia y la miseria todos los excluidos de la Amazonía?

De estos ecoshows participamos desde los más chicos hasta los cándidos abuelitos de la tercera edad. Todas estas ecoimaginaciones parecen ser las pioneras de la protección del medio ambiente. ¿No tendrán nada que ver con los daños ecológicos las denuncias, protestas y paros “terroristas” que los pueblos indígenas y organizaciones campesinas realizan por todas partes, por las que son reprimidos, encarcelados y desplazados de sus territorios? ¡El agua vale más que el oro negro!

Esto trae a la memoria las pugnas por los territorios comunitarios ancestrales a los que INEFAN se opuso por los años 85. ¡También se los tachó de comunistas! Todas las tierras del Napo quedaron en entredicho por el Patrimonio Forestal del Estado, los Parques y Reservas. Por ese tiempo, en las manifestaciones por la defensa de los territorios se coreaba esta frase: “Si quieres salvar el bosque tropical libérate del INEFAM”. No es sano convertir al ecoambiente en un fin en sí mismo y a los daños ecológicos que las actividades “eco” generan, en meros accidentes fortuitos, fallas humanas o fallas técnicas controlables. La conservación de esos territorios, sus plantas, animales y recursos no renovables es vista por “la moda eco” como un obstáculo al desarrollo económico y a la belleza del turismo. Incluso la sobrevivencia de las comunidades y culturas ancestrales que viven en esas regiones están en peligro. ¿Qué está pasando en torno a los parques y reservas naturales de África, Asia y América del Sur?

El gobierno africano de Botswana creó la reserva bosquimana del Kalahari en 1961. Actualmente han desplazado a los bosquimanos a grandes asentamientos fuera de la reserva, sacándoles de su medio ambiente tradicional para ponerlos al alcance de las bondades de la “civilización”, procurar su desarrollo y cuidar de su salud y educación, mientras la reserva se dedica a la explotación de diamantes y al turismo. En el Parque Nacional Yasuní se concedió una gran extensión de tierra a los waorani que viven en él, pero el gobierno tiene puestos sus ojos en las petroleras. Por eso, también, se excluyen de sus tierras ancestrales del Yasuní a las comunas naporunas y se permite la masacre de tagaeri-taromenani que se oponen al petróleo en sus territorios intangibles. A través del departamento de Relaciones Comunitarias de las compañías se agasaja a los líderes indígenas y se les tiene contentos integrándolos como “mendigos ricos” a la ecoindustria petrolera de la que dependen económicamente, enajenándolos de su medioambiente al que ya no defienden, sino firman con los “halcones del petróleo” permisos de entrada a sus tierras. Para que no molesten en las tareas extractivas y pasen por alto los casos de contaminación se les paga, por una sola vez, “compensaciones” ($ 40 por hectárea) y les unen a las compañías por un sueldo mínimo temporal.

El periódico “The Guardian” informaba que en Tatajuba, Brasil, 150 familias presentaron una demanda contra una agencia de propiedad inmobiliaria que se hizo con los terrenos protegidos en los que vivían, pues se quería construir en esas tierras un complejo ecológico de 5.000 hectáreas con espacio para 1.500 turistas. La revista “Foreign Policy” dice que todas las áreas protegidas están habitadas por seres humanos, a los que se considera como una amenaza para la conservación del medioambiente, no se les reconoce el derecho a sus territorios ancestrales, se les corrompe culturalmente y no se les considera capaces del manejo sostenible ni aptos para convivir con la naturaleza según los “estándares” que regulan la creación de parques y reservas ecológicas.

Proteger y cuidar la tierra es tarea digna y urgente, pero la otra cara de la moda “eco” de los países desarrollados, de las élites económicas y las ONGs tercermundistas criminalizan a ésta causa. Existen más de 30.000 áreas protegidas en el mundo y gran parte de ellas tienen usos residenciales y económicos. En la práctica son ecodesahucios masivos de poblaciones indígenas a las que hacen extranjeras en su propia tierra, mientras que las ecoindustrias y econegocios agrícolas que llegan a sus tierras ancestrales protegidas se adueñan de los recursos y territorios. El Banco Mundial estima que entre 1986-1996, cerca de 3.000.000 de personas fueron forzadas a moverse de sus bosque a otras áreas debido a programas de desarrollo y conservación. La idea de separar a la gente de la naturaleza para crear espacios vacíos de población indígena y establecer ecoindustrias de desarrollo agrícola, minera, petrolera o erigir ciudades e internados del milenio es un error. (ZENIT, 2002)

El Papa Francisco al hablar de cultivar y custodiar la creación dice: ”Lo que manda hoy no es el hombre, es el dinero. La moneda manda. Y la tarea de custodiar la tierra, Dios nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros los hombres y las mujeres. ¡Nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la cultura del descarte.” El Documento de Aparecida (DA) 84: ”En las decisiones sobre las riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas.” DA 86: “La sociedad panamazónica es pluriétnica, pluricultural y plurireligiosa. En ella se está intensificando cada vez más la disputa por la ocupación del territorio. Las poblaciones ancestrales de la región quieren que sus territorios sean reconocidos y legalizados.”

 

ACHAKASPI

CI 1703999019

15 de marzo del año 2015 

 

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