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AGUARICO

Investigación de Caritas Ecuador

 

Realidad territorial

En la actualidad, el Vicariato Apostólico de Aguarico comprende en gran parte lo que es la provincia de Orellana, incluyendo algunas localidades del sur de la provincia de Sucumbíos y compartiendo jurisdicción en algunas del Napo y Puyo. Ya que los Vicariatos Apostólicos no corresponden precisamente a la organización política territorial que está vigente en el Ecuador, en cuanto al hecho de que los límites de una provincia no sean los mismos que los de un Vicariato.

En el pasado (años cincuenta) los límites de la Misión Capuchina correspondían al cantón Aguarico, cuando este pertenecía a la provincia de Napo, de ahí su nombre algunos años después. La mayoría de sus habitantes eran kichwas, yumbos o naporunas, en el sector de las riberas de los ríos Napo, Coca y Payamino (Universidad Central del Ecuador, 1969:11).

Eso sí, la centralidad se ha venido ubicando en la ciudad del Coca, donde están las instituciones públicas, el comercio, las bases de las empresas petroleras, los servicios básicos, etc., y por lo tanto, su realidad es distinta a las periferias, las cuales se distinguen por tener lugares que están altamente dotados de conflictos sociales y recursos naturales, tal es el caso del Parque Nacional Yasuní, dentro del cual por decisión del Gobierno Nacional se abrirán pozos petroleros para su explotación, el problema es que ahí mismo, está el territorio de los pueblos en aislamiento voluntario (tagaeri y taromenane) que están protegidos por la Constitución de la República del Ecuador y cuya desaparición todavía no ha sido comprobada, pero sí ha estado en alto de riesgo de extinción antropológica y cultural. Así, nos encontramos con un territorio provisto de contrastes y contradicciones que la historia se ha encargado de postular, a través de los contactos y no contactos que han existido entre “nativos” y “foráneos”, es decir, entre indígenas, mestizos (colonos, madereros, petroleros, etc.), Estado y misiones. En condiciones de conflicto donde algunos desconocen el valor de la vida, la ética y la moral (en este contexto la Misión de Aguarico se ha caracterizado por ser fiel a sus principios, importados desde el Vaticano y su Congregación Capuchina, para ser validados a nivel local, reflexionando constantemente en los impactos de sus acciones).

Por ejemplo los huaroani, en medio de la conflictividad ha sido el último pueblo contactado que ha crecido en número desde su integración en 1958. En el caso contrario, grupos sin contactar de esa manera, como los Tetetes, desaparecieron. Por supuesto habría que repasar muy bien las condiciones en que se hizo la asimilación de los huaorani por parte de la sociedad ecuatoriana. Cuánto tuvo de confraternidad y cuánto de expoliación o incautación. También, por qué se dieron las muertes de aquel tiempo y, de todas formas, por qué el pueblo sobrevivió y, al menos en número, salió triunfante (Cabodevilla, 2008:31).

Entre cada grupo la tónica característica ha sido la muerte y el encuentro. Varios (no todos) de los encuentros entre los propios indígenas (kichwas, huaoranis, tagaeris, taromenanes, etc.) se han desencadenado en matanzas que tienen que ver con el uso y control del territorio, el cual ha sido compartido amigablemente hasta que ciertos intereses tribales (por autonomía, secuestro de mujeres, niños, etc.) y comerciales-intercambiables (venta de madera, herramientas, suelo, etc.) empañaron con sangre los ríos y montes amazónicos de Orellana. Y vale decirse que la responsabilidad de colonos y del Estado no puede estar excenta en estas circunstancias supuestamente particularizadas en los indígenas, porque tanto como las razones de ejecutar una guerra como el hecho de prevenirla, es parte del largo proceso de asimilación nacional que siempre ha existido de alguna u otra forma sobre pueblos y nacionalidades en general. En este aspecto, el rol de la influencia laica y eclesial ha sido determinante en la evolución de ciudades, poblados, localidades, comunidades y clanes.

Precisamente porque la selva ha sido intervenida durante mucho tiempo, es por lo que los pueblos y nacionalidades indígenas (convertidas en marginales) sostienen su derecho a la propiedad de la tierra y la actual intervención enérgica del Estado es la que debería evitar precisamente otras intervenciones ilegales que se dan constantemente. La Amazonía es una casa, un espacio hecho a imagen del ser humano, ya que sido habitada y transformada a lo largo de muchos siglos. Más aún ni siquiera es una casa, es un vecindario. Hay que aprender a convivir con los vecinos. Se han de conseguir normas que regulen las relaciones con acciones y obligaciones comunes. Es necesaria la delimitación de funciones y responsables para todos los actores que han intervenido en la construcción social de la Amazonía Ecuatoriana, dentro de lo cual están petroleros/as, madereros/as, mineros/as, turistas, militares, indígenas, colonos, mixtos (mestizos), funcionarios/as, misioneros/as, etc., que de otra forma afecten la naturaleza y los diversos modos de vida (Cabodevilla, 2008:24).

En esta zona las primeras misiones fueron realizadas por los jesuitas y salesianos, después se instalaron los josefinos en todo el sector del río Napo. Los jesuitas venían desde Brasil y Paraguay. En cambio, los salesianos viajaban por los ríos del Ecuador, desde la serranía en lo que es Papallacta hasta Nuevo Rocafuerte, y se demoraban muchos meses. Es así, que los salesianos pidieron ayuda a la Misión Capuchina para que trabajen de lleno en este territorio. Entonces, en el año 1953 nace el Vicariato en Aguarico.

En la colonización, la labor de los misioneros jesuitas se encaminó a destribalizar mediante las reducciones de indios, dándose una reestructuración del entramado social indígena, agrupándolo y reorganizándolo. Y en 1767 que fueron expulsados los jesuitas, inició un proceso de sobre-explotación indígena, por lo que empieza a asentarse la figura del indio-concierto dentro de las haciendas blanco-mestizas. En la Época Republicana no hubo mayores cambios hasta la promulgación de la Ley de Oriente en 1904 (promovida por el Liberalismo) en donde se redujo categóricamente el abuso contra los pueblos indígenas, por todas estas razones tampoco existió una organización social sólida entre los Yumbos del Napo, quienes a pesar de ciertas acciones de resistencia secundarias, han ido aceptando el “blanqueamiento cultural” propuesto por el Estado, a la medida de su mentalidad, aún lineal para los cambios radicales de la modernidad. Por eso el status indígena se daba en torno al nivel de instrucción educativa y capacidad adquisitiva, más no en relación a costumbres ancestrales como el poder shamánico sobre el cosmos. Y fue en tales condiciones desafortunadas que la brecha entre unos y otros se hacía cada vez más grande. En el campo los servicios eran inexistentes, mientras las ciudades gobernadas por blanco-mestizos sí disponían de servicios básicos como luz, seguridad, registro civil, etc., aunque todos carecían de agua potable, alcantarillado e idóneas condiciones de salubridad (Universidad Central del Ecuador, 1969:120-121). Vale notarse que con el pasar de los años la población mestiza aumentó considerablemente hasta ser la mayoritaria.

Fue así que desde tiempos anteriores se insistió en la implementación de internados y reducciones, que consistían en conformar pequeños poblados para generar mayor acceso a educación y salud. La entrada de las misiones fue difícil por el tema de carreteras y gobiernos. Las misiones también coejecutaban obras con apoyo gubernamental, puesto que los gobiernos no llegaban a varios sitios de la Amazonía (por lo general los más lejanos y dificiles de acceder).

En situaciones así, una Misión, más allá de las características personales de sus miembros, actuó también como un poder en varios sentidos: político, administrativo y económico. Por tanto ha de provocar reacciones y competencias. Más aún si tenemos en cuenta los momentos que vivía la política nacional; no olvidemos que la agitada época de los 60 conoció seis Gobiernos diferentes (Cabodevilla, 2007:288).

En el año 1969, la superficie total del territorio referido a la Misión Capuchina en Aguarico era de 2800000 hectáreas, de las cuales solo el 0.2% de la tierra estaba destinada al cultivo, mientras el 51% había sido concesionada a largo plazo a las empresas petroleras. Así, el 70% de la población total que eran indígenas kichwas, cofanes, tetetes y huaoranis, no usaba más del 1% del territorio. De esta forma, eran constreñidos por un proceso lento de “arrinconamiento” que los redujo irremediablemente a su mundo primitivo en un franco proceso de regresión cultural (Universidad Central del Ecuador, 1969:14-17).

Por todo esto, los misioneros hacían las veces de Estado en las fronteras y si se perdió una parte de territorio ecuatoriano a manos de Perú, fue entre otras cosas por la expulsión de los antiguos misioneros, ya que no se quedó nadie, es decir, el Ecuador se quedó sin fronteras vivas. En cambio, en la parte de Perú tenían gente, organización, etc., es así, que fueron avanzando y definieron su territorialidad en circunscripciones que no les correspondían en tratados anteriores como el Muñoz Vernaza Suárez.

Aún en el contexto del conflicto limítrofe con el Perú, la vida amazónica era tranquila, incluso no había alcoholismo. Antes del año 1974 (tiempo en el cual se incentivó el extractivismo) existía mayor presencia de indígenas y también había haciendas. Había pesca, caza, agua limpia, frutos propios del lugar, no había gabarras ni motores. Los dueños de las haciendas, eran personas externas (como las familias Ron, Rodríguez, etc.) algunas procedían de Quito y estas haciendas eran ganaderas.

El problema fue que solo las haciendas blanco-mestizas poseían títulos de propiedad. Los indígenas tenían posesión de hecho y su vida económica giraba en torno a la chacra inestable, sujetándose a un nomadismo que significaba la dispersión regularmente continua de sus habitantes. Engendrando desigualdades promovidas por el Estado que auspiciaron el concertaje de los indígenas (trabajando como mano de obra barata), cuya redención, rescate y pago de las deudas fue uno de los mayores logros sociales de la Misión Capuchina, ante los propietarios hacendados que amparados en su proverbial astucia, explotaban la ingenua credulidad del indígena (Universidad central del Ecuador, 1969:24-34).

Así, llegaron varias personas y familias de distintas provincias del país, por el tema de la necesidad de adquirir una tierra para trabajar. En el caso del Coca, primero vinieron personas de Manabí y los Ríos. Más adelante cuando en Loja hubo años de sequía, llegaron noticias de que en el Oriente había posibilidad para sobrevivir y también tierras baldías para hacer fincas. Incluso hubo un decreto presidencial en el tiempo de Rodrigo Borja para que entren personas a trabajar en la Amazonía. Ya desde antes de ese tiempo cuando apareció el IERAC, se decía que si no se talaba una hectárea de las cincuenta que daban, les quitaban la finca; entonces la idea era tumbar montaña y sembrar. Es así, que empezaron los enfrentamientos entre colonos e indígenas, por el tema de ocupación de tierras, ya que los colonos invadían los límites de la que posteriormente sería tierra comunal (en base a la legalización) y esas invasiones no les gustaba a las comunidades indígenas.

También, algunos grupos de personas que se asentaron en El Coca, lo hicieron huyendo de la justicia o de conflictos en sus respectivos lugares de origen. Y así, El Coca se convertía en el refugio de ciertas personas de dudosa procedencia. El problema era que en este territorio no había servicios básicos ni carreteras que dignifiquen la vida diaria. Recién a partir del terremoto en el Reventador (año 1987), las autoridades empezaron a preocuparse por la construcción de la vía al Coca por Loreto, antes era por Lago Agrio y se demoraba como catorce horas. En un consorcio con compañías prestadoras de servicios públicos, entregaron en un año la vía a Loreto.

Las carreteras han cambiando, antes eran en el monte luego por el ingreso de los colonos y las diversas compañias que prestaban sus servicios se fueron lastrando y construyendo vías. También había tráfico de tierras, había personas que se apropiaban de los terrenos y luego vendían a otras. El proceso de la construcción de las carreteras ha sido producto de varias luchas sociales. En principio eran lastradas pero ya para los años 80 por el ingreso de las petroleras, se fueron modificando. La construcción de las carreteras eran proyectos emprendidos por las petroleras, no eran pensadas en la movilización de las personas, sino para el ingreso y salida de petróleo.

El asfaltado se consiguió por varios paros a nivel provincial y biprovincial entre Sucumbíos y Orellana en los años noventa. También se ha insistido en los Derechos de la Amazonía, a través de movilizaciones sociales, ya sea para pedir, luz, agua, carreteras, etc. La mayoría de las paralizaciones eran pacíficas, también había huelgas de hambre de ocho a quince días, pero pocas manifestaciones terminaban con violencia debido a la represión policial y militar.

Los Vicariatos del Aguarico y de Sucumbíos, siempre estaban metidos en los paros, en unos casos de mediadores, en otros de organizadores, y también como apoyo. Las petroleras y el Estado no hacían caso a las demandas sociales, hasta que las poblaciones les presionaban. Los policías y militares no venían a cuidar a la gente, llegaban a cuidar los pozos petroleros.

Había negociaciones con las petroleras, para conocer cuáles eran las ventajas que iban a dejar en la comunidad, a nivel de la salud, educación, carreteras, etc., sin embargo, las compañías prometían varias obras o acciones pero casi nunca cumplían. Normalmente traían personas de afuera para trabajar y no empleaban a la gente propia del lugar. Los petroleros se creían los dueños del suelo, por ejemplo, si atropellaban a alguna persona, nunca se hacían responsables.

En el ámbito productivo, durante mucho tiempo solo se vivía en base a la yuca, plátano, guineo, arroz, pastos, caña, maíz, camote y maní, ya que por un lado la agricultura indígena era arcaica y nómada, la cual estaba sustentada en las chacras vinculadas a la producción de una porción determinada de tierra hasta que llegué su época de cansancio o improductividad. Y por otro lado, estaba la agricultura moderna de las haciendas que usaban técnicas de rotación de cultivos, abonos y agroquímicos. La cuestión es que entre ambas no eran capaces de extender la comercialización afuera de los límites provinciales, sino que abastecían solamente los mercados de Nuevo Rocafuerte, Coca y Tiputini (Universidad Central del Ecuador, 1969:26-31). Pero años después, de la mano de un conjunto “grueso” de políticas públicas de colonización y producción, las poblaciones emprendieron con los cultivos de café y palma, de hecho la economía de las personas giraba alrededor de estos productos. La actividad empezó desde los años 80 hasta el año 2000, cultivando café en gran escala, pese a que luego bajó el precio. El precio del quintal de café cayó de 80000 sucres a 10000 sucres. Fue un cambio de precio radical, que sin duda, afectó a muchos campesinos. En cambio, cuando ingresaron las empresas de palma arrasaron con todo, al igual que el petróleo. El aceite de palma lo llevaban a Esmeraldas y Guayaquil, siendo una de las primeras experiencias de agroindustrialización que se instauraron en la Amazonía Ecuatoriana.

En cuanto a las actividades ganaderas (muy populares sobretodo en las provincias amazónicas del sur del país), el ganado tampoco era muy rentable porque no había un mercado, incluso entraba ganado de Colombia. La ganadería era para consumo interno. Cuando los campesinos dejaron de sembrar café, se dedicaron a sembrar pasto y a criar ganado. Es más, se puede afirmar que desde la iniciación de las labores emprendidas por la Misión Capuchina, surgió la alternativa de promover la producción pecuaria, para alentar el comercio y la subsistencia familiar.

En ese sentido, siempre fue claro para los grupos indígenas que la pesca y la cacería eran para abastecer el autoconsumo, mas no para la comercialización. Y también cultivaban productos para consumo familiar como la yuca, plátano, caña de azúcar y cacao. El problema fue que las condiciones ambientales fueron esquivas y se tuvo que pensar iniciativas como la construcción de piscinas de tilapia, la siembra de caña de azúcar mejorada y la producción de panela. Sobretodo con la intención constante de aplacar el hambre y la economía familiar campesina al interior de las comunidades.

Otro problema fue el ingreso desmedido y no planificado de muchos varones, provocando que proliferen prostíbulos y varios problemas con las pocas mujeres que habitaban estos sectores. Se dieron rupturas familiares que hasta el día de hoy no pudieron recomponerse. Así que desde 1990 las misiones y el Vicariato Apostólico del Aguarico, empezaron a trabajar con colonos e indígenas, en temas de convivencia pacífica, promoción y concienciación de derechos ciudadanos y sobre técnicas de negociación con las petroleras, sea a nivel urbano como rural, ya que antes se trabajaba mucho más en comunidades rurales-periféricas.

Cuando se peleó para que los derechos de la naturaleza se incluyan en la Constitución, el pueblo sintió que se había ganado una lucha. La idea era emplear sanciones a las grandes empresas más no a las personas, pero en la actualidad se está aplicando al revés. No le permiten al campesino tumbar un árbol para construir su vivienda. Para que se cumplan los derechos de la naturaleza aún es una utopía, porque si se llevara a la práctica se debería dejar de explotar petróleo y minas. A las empresas no les importa el bienestar integral (físico, espiritual, económico, cultural) de las personas que viven por esos sectores, por tanto, es importante evaluar la forma en que extraen los recursos.

Ya en la actualidad las presiones actuales por parte del Gobierno se dan además en el campo educativo, porque está empeñado en no colaborar decididamente con los colegios y centros educativos fisco-misionales, sino estrictamente fiscales como son los Colegios del Milenio. No respeta los convenios entre Estado y Misión ni otro tipo de acuerdos comunitarios y particulares. También, se tiene la idea de eliminar la educación a distancia. Y a nivel del sector salud, quitan espacios donde se promovía el tema de salud en comunidades alejadas, por el mero hecho de implementar los distritos que han sido planificados desde las capitales. Así se les hará muy difícil traer un médico rural o motivar sistemas de salud comunitaria. Aunque también hayan planificado las Ciudades del Milenio en donde supuestamente se brindarán todos los servicios básicos a cambio del beneplácito de las poblaciones a favor de la extracción petrolera, replicando los modelos de internados y reducciones que en el pasado ya actuaron como mecanismos de concentración poblacional que alteraron enormemente los modos de vida ancestrales en el caso de las comunas indígenas.

En decir, cuando le conviene al Estado menciona que la Misión es buena porque lo sustituye, pero cuando la Misión denuncia al Estado, la cataloga de mala y desconoce el valor de las acciones emprendidas por CICAME (Centro de Investigación Cultural de la Amazonía Ecuatoriana) y la FAL (Fundación Alejandro Labaka). Sin duda, no podemos negar que ha mejorado la presencia del Estado pero aún existe deuda social que debe ser monitoreada por todos los actores del territorio y no solo por unos pocos que sean afines entre sí.

Por otro lado, es muy importante para la realidad territorial, hacer un barrido contextual y analizar el tema de las identidades culturales y su espiritualidad, ya que esto define la historia pastoral de un Vicariato inmerso entre tanta diversidad religiosa-cultural. Para Fernando Payaguaje, uno de los últimos Secoyas bebedores de yagé (bebida sagrada que concede al curandero dialogar con los espíritus de la selva), la religiosidad amazónica es la que permite conocer las fuerzas ocultas a la realidad. Son los propios indígenas quienes deberían rescatar su identidad, renovando el rito del aprendizaje y elaborando su cultura (escribiéndola y relatándola). Se trata de dominar el mundo de los espíritus, enseñando a los futuros curanderos. Los políticos y líderes indígenas deberían aprender su mundo milenario, lo oculto y lo visible para que guíen con el conocimiento de la totalidad (Payaguaje, 1994:5-11).

En el pasado, los misioneros impidieron el uso de las costumbres ancestrales, hablaban mal de los curanderos y sus curaciones. Cambiaban dinero y herramientas (escopetas, cartuchos, etc.) por trabajo y subordinación a la religión cristiana. En cambio los curanderos no decían cosas en su contra, “sus creencias son cosas de ellos” decían. Como son seres humanos respetan a los otros, y nunca dicen que “no saben nada”, sino que les tienen consideración porque quienes curan son educados de tal manera (Payaguaje, 1994).

Según Alejandro Labaka: “Hasta que la iglesia no sea capaz de tomar la lengua de cada cultura, de utilizar sus signos y símbolos y de tener respeto a sus particularidades, no llegaremos a hacer una iglesia completa” (Mons. Labaka, 2011).

Por eso las particularidades son una riqueza verdadera y légitima que se dan por derecho consuetudinario (primario). Por ejemplo, en la Semana Santa entre los kichwas, se utilizan sus mitos y sus expresiones, aunque ellos ya han aculturado algunos rasgos. Los indígenas tienen sus propias formas de expresarse en la celebración de la misa, por ejemplo practican sus propios ritos en vez de cantar música sacra. Tienen una inspiración con los hechos, no les avergüenza bailar en la misa. Cuando se llega a sus casas, ellos reciben con chicha y comparten sus usos cotidianos.

Pero la cultura dominante se impone en las otras culturas, como las tradiciones, las costumbres, la vida de la comunidad y la iglesia. Es la lógica del progreso y los accesos a las herramientas de trabajo hasta los medios de comunicación (televisión, internet, celular). Con todo lo bueno que ha traído el progreso, también ha dejado de lado algunos rasgos propios de las familias y las comunidades. Cuando existe una mezcla entre las culturas indígenas y los mestizos, se va perdiendo rasgos propios de cada cultura. Por ejemplo, los jóvenes por estar a la moda, adquieren otro tipo de vestimenta y dejan de lado sus propios estilos de vestir.

Mas en las culturas indígenas aún existen rasgos que no se han perdido, como es el caso de la minga. En cambio en los colonos está predominando el individualismo, aunque en las familias todavía predominan valores solidarios. Los kichwas, shuar y huaoranis tienen sus propios textos que han ido elaborando y traduciendo de manera conjunta con los misioneros y misioneras. Y por otro lado, los colonos han venido con sus tradiciones, como sus celebraciones de fiestas patronales, navidad, la liturgia, la semana, que a través del tiempo, se han ido conservando porque no han hecho mal a nadie, sino han maximizado la riqueza cultural del mestizaje.

Lo bueno es que en la actualidad la Iglesia es más abierta, con una visión siempre de ayudar, respetar la diversidad, por tanto, sí ha existido una buena convivencia entre la iglesia y los elementos culturales de cada grupo. Esto ha sido resultado de un proceso pastoral que ha sido sostenido desde los años setenta y no debería terminarse.

La evangelización es cuestión de relación humana. En un primer momento, presentar la fe a una persona distinta o no conocida es bastante complicado. Por lo tanto, en la medida en que nos vamos conociendo, ahí se puede tener mayor confianza y a su vez, se puede profundizar en otros temas personales incluso sobre la fe. No hay problema de compartir con personas de distintas religiones, al final si no se comparte la fe, se llegará a construir relaciones de compañerismo y amistad. La evangelización y la inculturación son un ejercicio de dar y recibir, más no de imponer.

Monseñor Labaka y los misioneros dentro la comunicación, el diálogo, el conocerse y el respeto con las culturas, son muy perceptibles al utilizar las categorías de femenino y masculino. Alejandro tenía el conocimiento de culturación extrema y acompañamiento a pueblos no contactados, y a su vez, el otro grupo de misioneros llegados en la misma época, ya se involucraban en las nuevas corrientes antropológicas que nacen en el año 70, precisamente en una reunión realizada en Manaos, Juan Santos y otros misioneros fueron a estudiar antropología y regresaron al Coca con visiones más indigenistas del trabajo misionero.

Por otro lado, la misión de la Iglesia siempre se renueva, si hay comportamientos nuevos, forja un sendero distinto para que la Iglesia dé nuevas respuestas. El igualitarismo, el servicio, los trabajos comunitarios, son valores evangélicos pero los indígenas los conocen como prácticas propias de su cultura. En las culturas mestizas y campesinas también se puede aprender mucho, desde sus formas de vida. Por ejemplo, los lojanos en la Semana Santa, conservan la costumbre de reunirse como familia para preparar fanesca y compartir a su manera del amor filial.

Hubo un misionero que pasó 35 años con un grupo nativo y él decía que el cristianismo puede aportar dos cosas a este grupo, la no venganza y el perdón a los enemigos. Los demás valores los tienen todas las culturas y religiosidades. En ese sentido, el Vicariato es una respuesta a las realidades que van surgiendo. Y sobre todo es el acompañamiento a las comunidades indígenas, campesinas, siempre respetando sus elementos culturales. En las comunas kichwas, no hay capillas, porque el centro de la comunidad es la casa comunal. Aún así, lo occidental es algo que apasiona y atrae a las comunidades indígenas para que adopten elementos exógenos. Por ende, a nivel eclesial debe existir una mayor flexibilidad porque los tiempos son muy distintos.

El territorio amazónico no solo ha sido usurpado por fuerzas externas sino también devastado por la construcción de carreteras, petroleras, actividades productivas de los colonos, y demás acciones de carácter interno (nacional). Se tenía que talar para construir las plataformas petroleras, trayendo contaminación y tala indiscriminada de árboles sin ninguna técnica sustentable. La selva no era valorada, la gente llegaba con el afán de explotar. Se había generado una conciencia de llegar a Orellana para hacer plata (dinero). La naturaleza y los valores habían quedado en segundo plano. Quizás ahora sea tiempo de hacer conciencia, ya que todavía estamos a tiempo de valorar el territorio por la riqueza (biodiversidad, culturas ancestrales) que existe y por tanto, tener una relación armónica con el territorio, de buen vivir, convivir, cuidado y no de saqueo.

En las comunidades siempre hubo una situación dual (buena y mala). En el pasado se comía sin contaminación del agua y de la tierra. Ahora a ambas las están matando con tanta devastación ambiental, por eso se pide al Gobierno que mire las consecuencias que ha acarreado toda la contaminación en los pueblos indígenas. Antes se utilizaba medicina ancestral y ahora que traen medicina de afuera, no se tiene dinero para comprar, y así no se puede dar buen vivir a los hijos porque incluso se pueden morir.

Este Gobierno Nacional habla del Buen Vivir y de los derechos de la naturaleza pero a la par quiere seguir explotando petróleo y la tierra se está destruyendo. Hay gente que entra de diferentes partes, y con el fin de hacer plata, tiraron venenos a los ríos, esteros y mataron los pescados. Por la influencia del Vicariato se ha tenido conciencia de no destruir la naturaleza, aunque en la Iglesia trabajen poco ya que no existen muchos recursos para financiar grandes obras. Ahora hay el programa gubernamental llamado Socio Bosque que ayuda para conservar el bosque, pero algunos están conscientes de eso y otros no.

Los gobiernos locales de antes sí escuchaban a la gente, cuando habían problemas con las petroleras sí ayudaban a plantarse, tal como sucedió con el nacimiento de la Asamblea Biprovincial. A nivel mundial, en otras comunidades incluso al interior de la provincia de Orellana, se escucha cosas muy negativas como guerras, violencia, etc., pero cuando se está en El Coca sólo se puede visibilizar la desintegración familiar y la falta de valores, bajo la idea de conseguir dinero a costa de otras cosas. En población y extensión la ciudad del Coca ha cambiado, antes las relaciones con las personas eran más cercanas.

Existe una discriminación de la gente de otras ciudades hacia la Amazonía. Hay mucha gente y profesionales que no quieren venir a trabajar. Los petroleros que llegan y tienen intereses específicos, han hecho que los costos de vida suban, que se encarezca la ciudad del Coca. Cuando se pierde la mística o la espiritualidad con Dios que vive en la naturaleza, la gente se convierte en dueña de todo y se pierde toda la relación entre las criaturas como hijos de Dios y se vuelven prepotentes. Entonces no se respeta la vida, no se respeta a los animales, a la naturaleza, a los pueblos ocultados (por el Estado y la mayoría de la ciudadanía nacional). Por tanto, el que determina toda esta situación es el ser humano. Se debería volver a ese sentido de espiritualidad acogida de Dios, de respeto a la vida y a todo ese misterio que hay en la naturaleza. Ahora se está haciendo un daño para esta juventud (y la niñez), porque les han dando un progreso de plata (dinero), de carreteras, de medios; pero no les dan toda esa fuente de espiritualidad y valores. Se está llegando a un egocentrismo, donde no se ven los derechos del otro y sólo se piensa en uno mismo. No se puede hablar de progreso, cuando no se respeta la vida y a la naturaleza, ni tampoco a Dios que está en la naturaleza. Cuando se pierde la espiritualidad o ese misterio de la creación, se pierde el sentido de la vida, por ende todo es válido sin importar quienes están de por medio y sólo pensar en obtener dinero.

El materialismo se impone de todas las maneras y nos olvidamos de Dios. En las comunidades hay un empeño de que los hijos reciban los sacramentos pero el apoyo desde las familias es mínimo. La mayoría de personas, por obtener dinero no mide consecuencias y no le importa saber si sus decisiones implican la venta o no de la naturaleza. Por parte de los misioneros siempre ha existido mucho trabajo y respeto, hacia las culturas diversas y distintas. Sin olvidar, que la provincia tiene una riqueza de flora y fauna, y no existe esa valoración hacia la naturaleza y se enfatiza en el dinero, el petróleo y un falso desarrollo e incluso buen vivir.

La muerte de Monseñor Labaka y de la Hermana Inés Arango, conmovió a todas las personas, incluso varios profesores contaban su preocupación por la ausencia de Monseñor, ya que él ayudaba y gestionaba muchas actividades para las comunidades, resignificando el hecho de lo que debe ser la convivencia pacífica, aunque esto suscite sacrificios personales. Por eso su legado ha sido que los/as misioneros/as aún trabajen para que existan buenas relaciones entre indígenas y colonos. Sin embargo, no se encuentra una alternativa actual ante este panorama, pero sí es necesario mientras tanto defender la vida, los valores y nuestra espiritualidad.

Camino eclesial recorrido

A partir de junio de 1952, Mons. Spiller (Vicario Apostólico del Napo) empieza las gestiones para obtener que otra congregación religiosa se haga cargo del bajo Napo y del Aguarico. Después de varias tentativas con diversas órdenes y congregaciones, finalmente, los PP. Capuchinos españoles de la provincia de Navarra se ofrecen generosa y valientemente. Al menos, luego de haber sido expulsados de China (P. García, 1985:411).

De una manera informal (no canónica), los Padres Capuchinos enviaron misioneros a Rocafuerte para realizar una experiencia, cuando ya se trataba de crear y entregarles la nueva Prefectura Apostólica del Aguarico, al P. Miguel Huarte en 1952. Una vez “definidos” los límites territoriales del Ecuador en el año de 1942, tras la firma del Protocolo de Río de Janeiro. Asimismo quedaron ya establecidas las que serían todas las circunscripciones vicariales amazónicas vigentes hasta la actualidad (Sucumbíos, Aguarico, Napo, Puyo, Méndez y Zamora).

En general, el trabajo misionero de la Amazonía, siempre dependió de la situación política, económica, social, cultural, y sobretodo limítrofe del país. Aun así, la escasez de recursos básicos y económicos para sacar adelante la Misión, los conflictos armados, las incompatibilidades culturales, la falta de voluntad política por servir a las poblaciones amazónicas, la inseguridad ciudadana y las desventajosas condiciones ambientales; nunca fueron factores determinantes para abandonar las misiones en el Ecuador.

Por Letras Apostólicas de SS. Pío XII, dadas en Castel-Gandolfo a 16 días de noviembre de 1953, créase la nueva Prefectura Apostólica del Aguarico, dándole el territorio del Cantón Aguarico, desmembrado del Vicariato Apostólico del Napo […] y su líder sería el Rvmo. P. Miguel Gamboa Arruazu, expedido por la Sgda. Congregación de Propaganda Fide el 30 de abril de 1954 (P. García, 1985:412).

Los PP. Capuchinos llegaron a Nuevo Rocafuerte y encontraron los bienes suficientes para continuar con la obra misionera ejecutada desde 1944 por los Padres Josefinos. No les faltó convento, iglesia, luz y escuela; pero mucho más les faltaba por hacer, y eso era el trabajo por la promoción humana y cristiana, la civilización de las gentes y la colonización de aquella zona amazónica. “Visto la labor positiva y eficaz de los Capuchinos, el Gobierno de Velasco Ibarra accedió a firmar un Contrato Misional para diez años desde el 31 de agosto de 1955” (P. García, 1985:413).

Los contratos con el Gobierno especificaban los compromisos de la Misión y la ayuda económica y cooperación del Estado. Entre las obras específicas estaba la adecuación de campos de aviación, capacitación agropecuaria, etc. La única contra que tuvieron fue la impertinencia de la política lugareña. Es preciso entender, que históricamente desde los tiempos de la conquista española, los distintos gobiernos (ibéricos, conservadores y liberales) confiaron diversas atribuciones a la Iglesia Católica, sobre todo en lo concerniente al sector social desde la promoción humana. Aún así sus competencias fueron disminuyendo hasta los tiempos actuales, donde se evidencia una mayor separación entre Iglesia y Estado, pese a que muchas leyes todavía contienen el peso de la moral cristiana, más que nada por el alto porcentaje de católicos/as en el Ecuador que asciende al 70% y por la influencia de ciertos prelados sobre la opinión pública nacional.

En el valle del río Coca se colonizó rápidamente y se pudo formar comunas indígenas, con lo cual se llevó a cabo la cantonización del Coca, cuya cabecera sería Francisco de Orellana. En veinticinco años de labor misionera se duplicó la población de 10000 a 20487 habitantes, y el 83.15% eran católicos. Durante ese periodo quienes lideraron la Misión Capuchina fueron: Rvmo. P. Miguel Gamboa de Arruazu (1954-1965), Rvmo. P. Alejandro Labaca de Beizama (1965-1970) y P. Jesús Langarica de Egües desde 1970. Los primeros tiempos estuvieron dotados de heroísmos, exploraciones arriesgadas y la apertura de escuelas, capillas, dispensarios, talleres, etc. Las Misioneras Lauritas se ocuparon de Rocafuerte en octubre de 1954 y asistieron en catequesis, sanidad, docencia y todo en cuanto se las necesitó. Para el Internado de niños y su educación en Nuevo Rocafuerte, después de intentar con profesores seglares, Mons. Gamboa llevó a los hermanos de La Salle en 1960 hasta 1979, el colegio se llamó “Cabo Minacho Padilla” (P. García, 1985:415).

Las religiosas de la Acción Misionera Franciscana se hicieron cargo del Hospital Franklin Tello en 1965 hasta 1977. En cambio, la Acción Misionera Seglar trabajó en Puerto El Quinche desde 1964. Religiosos de la Congregación Hermanos del Sagrado Corazón se encargaron de la Escuela Primaria y del Colegio de Capacitación Agrícola en Francisco de Orellana, año 1968-1973 cuando salieron del Ecuador. Las Dominicas Misioneras entraron en 1974 para laborar en San Pedro de los Cofanes junto a los colonos de carretera y el poblado de los Yumbos de Enokanke. Éstas abrieron otra Residencia en Joya de los Sachas entre 1977 y 1979 (P. García, 1985:416).

La afluencia masiva de colonos al territorio del Aguarico, obligó a abrir nuevas residencias capuchinas. Una de ellas fue Shushufindi. “Allí se radicaron las Religiosas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia para suministrar primeros auxilios, atender dispensarios, organizar la Catequesis y otros medios de evangelización y promoción humana en 1977” (P. García, 1985:417).

En Aguarico (al igual que desde otros lugares del país) también surgieron religiosos nativos que acudieron a su formación en el Seminario Intermisional de Ambato “Pío XII”. Luego de ello, se pensó en abrir un Seminario Menor en el Coca.

Al retratar la historia del Vicariato, es preciso reconocer que la primera misión realizada en el Aguarico fue en 1954 cuando los PP. Capuchinos llegaron a Nuevo Rocafuerte, un poblado fundado en 1945 por la Misión Josefina, bajo el liderazgo del Rvmo. P. Prefecto Aplco. Mons. Miguel Gamboa. Para 1962 ya tenían cinco estaciones primarias (con sacerdote fijo) y ocho secundarias que visitaban periódicamente los misioneros.

En torno de la Casa Misional estaba la vida pública de Nuevo Rocafuerte. Había edificios para el funcionamiento de obras misionales, instalaciones agrícolas y ganaderas, una piladora de arroz (P. García, 1985:418).

Ya en 1965 la Residencia del Superior Regular de los Misioneros pasó al Coca, ciudad fundada en 1958 por el misionero P. Camilo Torrano, quien pidió tierras a un hacendado y localizó talleres, un generador de luz, tiendas de comercio, etc. Pero el despunte del Coca surgió en 1970 de la mano de la explotación petrolera. El número de pobladores se multiplicó a 5000, y todo esto restó importancia a Nuevo Rocafuerte, diversificando el trabajo misionero hacia nuevas zonas como la del Cuyabeno en 1959, allá donde vivían los Cushmas Sionas (P. García, 1985:419). Ahí tuvieron que lidiar con la presencia de los indígenas de la zona y de los misioneros evangélicos del Instituto Lingüístico de Verano que estaban afincados justo en ese sector de la Amazonía.

En síntesis, alrededor del Coca se instalaron una serie de centros misionales: Limoncocha, Isla de Llunchi, Puerto El Quinche, Enokanke, San Padre de los Cofanes, Shushufindi, Joya de los Sachas. Todos ellos para atender a indígenas kichwas, cofanes, secoyas, sionas, huaoranis; así como para ofrecer sus servicios a los destacamentos militares y trabajadores de las empresas petroleras (P. García, 1985:420-421).

La capacidad organizativa del P. Miguel Huarte llevó a la construcción de una pista aérea en Nuevo Rocafuerte para favorecer las comunicaciones. También instaló un equipo de radio transmisor-receptor (para atender a los misioneros, socorros y mensajes de los moradores), motores fuera de borda y deslizadores fluviales.

Con la apertura de la carretera Quito-Lago Agrio por la empresa petrolera Texaco-Gulf, todo cambió para la vida comercial, laboral, social y pastoral (P. García, 1985:422).

En los primeros años de la Misión Capuchina el esquema pastoral era la catequesis, la predicación, sacramentos, labor escolar, atención sanitaria, promoción humana y social; también el misionero puso empeño en aprender el idioma kichwa de los Yumbos […] En 1965 estaba instituido el Secretariado de Catequesis y Liturgia, y se fundó el Centro CICAME, de singular importancia en la planificación pastoral (P. García, 1985:423).

La labor educacional pretendía la formación de catequistas como auxiliares de los misioneros en campo. En cada Residencia existía un Internado para formarlos cristianamente, a fin de que niños y niñas sean el fermento de renovación moral en su medio ambiente. Ya en los años setenta había colegios técnicos y demás planteles educativos para los más de mil estudiantes que estaban inscritos territorio del Aguarico.

Las labores asistenciales se basaron en la implementación de dispensarios médicos que atendían a toda la población necesitada de esta zona. Con el tiempo se contaba con hospitales, puestos de salud y centros médicos desplegados por el territorio.

La promoción social consistía en la “liberación de los indígenas, su elevación social y económica”, cuando imperaba la ley del concertaje, que implicaba el endeudamiento eterno de los indígenas con respecto al patrón de hacienda, en condiciones de dependencia entre lo que aportaba el uno y lo que vendía el otro, con un margen de desventaja para el nativo (P. García, 1985:424).

Por lo cual se instituyó una especia de economía solidaria que pretendía el comercio justo, ofertando productos a precio de costo, constituyendo una Junta de Protección del Indígena, introduciendo un modelo de cooperativas para que trabajen en base a métodos modernos de producción y capacitación agropecuaria. La demanda de evangelización fue tan alta que se empezó a trabajar en zonas: indígena, petrolera y colona.

Justamente para trabajar la cuestión de las zonas, en tiempos del Rvmo. P. Alejandro Labaka (1965), se proyectó el Centro de Investigación Cultural de la Amazonía Ecuatoriana (CICAME) para fomentar la investigación, publicación, formación de líderes y acción.

Se visualizaron una serie de problemáticas como la inminente desaparición de los idiomas ancestrales, la desvinculación de tierra a los indígenas por parte del IERAC (en el Departamento de Colonización); por lo que iniciaron procesos de organización social para reunir a los grupos afectados.

Siempre fue complicado integrar a los huaorani, anteriores intentos realizados por los evangélicos habrían terminado trágicamente. Igualmente, fue muy difícil para los misioneros católicos, la Misión Josefina no tuvo éxito pese a instalar una Residencia en Curaray, mientras los PP. Capuchinos sí lograron el contacto con los pueblos más aislados, pero al final, aconteció el fallecimiento del P. Labaka y la Hermana Inés Arango a manos de un clan huaorani, lo cual supuso un enfriamiento de dichas relaciones (P. García, 1985:426-427).

Pero al contrario, nació el legado de Mons. Alejandro Labaka y la Hna. Inés Arango, fruto de ello fue la creación de la Fundación Alejandro Labaka. Entre sus obras está la inauguración de la Casa Albergue para indígenas, formación virtual, etc. En el campo eclesial, cultural y DDHH. Esta Fundación es parte del Vicariato Apostólico de Aguarico, colabora y articula el trabajo de los/as misioneros/as. Trabaja mancomunadamente con CICAME y apoya una serie de procesos como es la potenciación del liderazgo en la Amazonía.

Ya lo dice Milagros Aguirre, Directora Ejecutiva de la Fundación Alejandro Labaka que somos, no sé si por virtud o por defecto, soñadores. Creemos, y de eso hablamos en los colegios que visitamos, en el derecho a soñar, ese derecho a pensar en un futuro digno, en tener iguales oportunidades, en respetarnos los unos a los otros y en una convivencia capaz de sumar gente a nuestros sueños de hacer del Coca un espacio bello, con alternativas culturales y sociales, llenarla de árboles, parques, risas y trabajo (Aguirre, 2010).

Es altamente significativa la injerencia del fenómeno extractivista en esta zona así como las demostraciones de resistencia colectiva por parte de las comunidades indígenas y campesinas. Todo esto realzado por el apoyo de misioneros y misioneras hacia las causas sociales y pastorales, en defensa de la vida y las necesidades espirituales de los pueblos y nacionalidades. Enfatizando además en la difusión de las problemáticas socio-políticas que están asentadas en las localidades, en un magno esfuerzo de CICAME y la Fundación Alejandro Labaka (FAL), sobre todo en el acompañamiento de iniciativas y alternativas para participar del sufrimiento, reconocimiento y dignificación del prójimo, en su contexto más inmediato ofreciendo visiones críticas y reflexivas, en manera de aporte para el estudio de la Amazonía, principalmente en la provincia de Orellana, lugar donde han sido ubicados los pueblos denominados no contactados, o mejor dicho; ocultos en aislamiento voluntario y en peligro de extinción debido al crecimiento de la frontera extractiva en el Ecuador.

Modelo de acompañamiento integral

El trabajo misionero de los siglos anteriores al XX, estaba destinado al trabajo dentro de la misión y en su residencia, ofreciendo catequesis y sacramentos. Más adelante se hizo mucho énfasis en la pastoral social e indígena. CICAME se fundó hace 45 años atrás, con el auspicio de Alejandro Labaka. En un inicio se hacían traducciones del kichwa al español y viceversa, otros aspectos relevantes eran las publicaciones y también el tema cultural-arqueológico. Antes, el Vicariato también se encargaba de tiendas, escuelas y salud comunitarias. Además se enfocaron en la organización indígena y la lucha por la tierra. La educación misional estuvo centrada en los internados. Los estudiantes que podían venían a los internados para recibir enseñanza formal y catequesis (P. Goldaraz, 2014).

Estos internados servían a los jóvenes para que tengan una preparación o aprendizaje hispano. También, para que algunos decidan sobre su involucramiento en la vida religiosa. Hace 50 años, los misioneros recogían a niños huérfanos y los llevaban a internados. De ahí, poco a poco llevaban niños que vivían lejos. Incluso a muy buenos estudiantes enviaron a capacitarse a otras provincias y países.

El Vicariato se acercaba a las comunidades y enseñaban sobre técnicas de cultivo. Todavía existen unidades educativas de producción o colegios agropecuarios. Por ejemplo, en la época de la ganadería (años 50), había pastos llenos de vacas, siendo la leche y la carne aquellos alimentos para el consumo de las personas que estaban en los internados. Ahora hay tres Unidades de Producción. Una de las unidades es la “Gamboina” que emprende actividades para elaborar productos de frutos y de lácteos. Los productos se compran a la gente que se dedica al cultivo de frutos y a la ganadería. Por tanto, se apoya a la producción local. De ahí, los productos procesados se comercializan mediante una marca llamada “Gamboina”. De ahí, hay viveros y una finca. En la finca había chanchos, ahora sólo hay gallinas ponedoras.

En las unidades de producción, lo que ahora es más fuerte y está consolidado es el laboratorio de suelos. En cambio la agroindustria que en otro momento tuvo un poco más de fuerza ahora no la tiene tanto, porque evoluciona la sociedad, hay más medios de producción, más comercio, y han cambiado tanto las cosas que ya no es necesario la intervención del Vicariato en esos aspectos, por sí misma, la industrialización local está funcionando con normalidad (P. García, 2014).

También surgieron tiendas comunitarias a partir del terremoto del año 1987, lo cual sirvió para devaluar los precios, la idea era distribuir los productos en las comunidades (Shushufindi, Sachas, Coca y Vía Auca). Cada tienda comunitaria debía tener como mínimo diez socios. En ese tiempo no había la carretera Loreto-Coca. Fue una iniciativa apoyada por el Vicariato, la MCCH y la Comunidad Europea. Hubo 40 tenderos y esta iniciativa perduró 8 años aproximadamente. También había una librería comunitaria, donde se vendían textos a bajos costos.

Pero por parte de los antropólogos había una crítica muy fuerte al respecto de los internados promovidos por las misiones. Luego del concilio de vaticano II y de Medellín, se empezó a liberar de los internados y empezar a hacer escuelas. Ahí se dio un gran impulso de formar profesores kichwas, aquí había un programa de educación bilingüe. Los capuchinos y salesianos trabajaron para que el gobierno promueva la educación kichwa independiente de la castellana o hispana (P. Goldaraz, 2014).

Así, se eliminaron los internados. Las escuelas comunitarias se hicieron fiscales excepto los colegios en Coca y la escuela de Pompeya. De ahí, hace 13 años se empezó la educación a distancia a lo largo de todo el río Napo. En Nuevo Rocafuerte surgió la iniciativa “Sandy Yura” que llevaba la educación a los hogares a través de brigadas en las cuales participaban los y las catequistas locales. Ahora, los colegios del milenio volvieron al método de los internados, se quiere regresar a lo de antes que en cierta forma perjudicó la vida familiar (sacando a los niños/as de sus casas y hasta prohibiendo elementos propios de la reproducción cultural como es el idioma), y aún así, el Gobierno no observa el fracaso de experiencias similares y tampoco cree en la educación a distancia que promueve el Vicariato como es el caso de la unidad Yachana Inti que está a punto de desaparecer (P. Goldaraz, 2014).

Vale notar que los internados de la Iglesia procuraron la integración de los indígenas a la vida social del país, siendo este el mismo propósito que guardan los proyectos de la Revolución Ciudadana como son las escuelas y colegios del milenio. La cuestión es que la sola operatividad de un internado es sumamente complicada, ya que implica un denodado esfuerzo en la atención de las personas internas, estableciendo parámetros de disciplina y convivencia pacífica que el sector público todavía es incapaz de procurar, siendo muy difícil hasta para religiosos, religiosas, laicos y laicas que han dedicado toda su vida a estas labores. Todo esto sin tomar en cuenta las variables éticas que ya se nombraron anteriormente.

En el pasado, para la entrada de colonos se tomó acciones, como la posesión de tierras. El indígena siempre vivió sobre el petróleo. Los indígenas que trabajan en las haciendas se fueron para trabajar en las compañías petroleras. Según el P. José Miguel Goldaraz, “a los indígenas los sacábamos de las haciendas para detener la explotación laboral y los llevábamos a Pañacocha donde todavía se extrae petróleo. Las haciendas se hundieron porque no tenían gente ya que los indígenas se fueron de ahí” (P. Goldaraz, 2014).

Antes, las tierras eran baldías, ni los dueños de las haciendas tenían escrituras, igual la gente no quería poner límites; ya con Rodrigo Borja, vinieron los títulos de propiedad. Aún hay tres comunas que no tienen títulos de propiedad. La lucha social se daba aquí mismo. Se tenía antenas para escuchar las noticias de lo que sucedía en otras partes. Las luchas eran en todo el país, empezaron desde Morona Santiago, Tena, luego Coca, de ahí, a Lago Agrio y finalizando en Puyo. La idea siempre fue tomarse las tierras ya que los colonos estaban entrando de manera intensiva. Al igual con las petroleras ya que ellas han ocasionado grandes y graves impactos ambientales (P. Goldaraz, 2014).

Pero una de las cosas que no se evangelizó fue el dinero. Se fomentó la educación y la gente ha ejercido cargos políticos pero ahora se han vuelto muy neutros y con ideas de mestizos. Sin mucha personalidad indígena, con tintes burocráticos.

Al pasar de los años se notaron ciertas transformaciones, cambió el tipo de misionar del Vaticano II y de Medellín, de estar metidos en el estilo de vida de los indígenas (lengua, costumbres), ahora ya casi no hay ese tipo de misioneros.

En las propias palabras del P. Goldaraz: “Yo soy de los pocos que quedan, incluso de los que hablan kichwa. Valorizo mucho las cosas espirituales y materiales, no sólo se trata de tomar chicha, sino entender todo lo que significa desde la cultura. La cultura ahora se ha vuelto muy folclórica, se ha trivializado. Ahora no entienden el kichwa, aunque den la misa o canten, no entienden la significación. Viví solo en comunidad y mi concepción de convivir con los indígenas es distinta (P. Goldaraz, 2014)”.

Los misioneros de antaño estaban tan comprometidos con la comunidad que se dedicaban a colaborar en temas muy cotidianos como fue el proceso de cedulación. “Una vez salimos con 20 indígenas a Quito y nos fue muy bien, pero las primeras cédulas de identidad fueron falsificadas porque a los indígenas no les interesaba y se distraían en otras cosas mientras los funcionarios del Registro Civil supuestamente les fabricaban sus documentos personales” (P. Goldaraz, 2014).

En cambio, ahora existe un problema de continuidad misionera, si los misioneros vienen uno o dos años no pueden hacer nada en las comunidades, quizás solamente misas y catequismo, pero trabajo social no. Hay muchos cambios continuos de agentes de pastoral sobre todo los religiosos. Cada uno o tres años y además vienen con la idea de que no se van a quedar. Por ejemplo, a las hermanas dominicas no las cambiaban y eso daba mucha estabilidad a su trabajo y a su relación con las poblaciones.

La presencia de los capuchinos es un tema complejo. El Vicariato de Pastaza ya no está a cargo de dominicos, el Vicariato de Sucumbíos ya no está a cargo de carmelitas. Los dominicos no quieren seguir con la misión y los carmelitas salieron expulsados. La generación joven de capuchinos no vibra, vienen como para hacer una pasantía. Por otro lado, aumentan las necesidades pastorales pero no el número de personas comprometidas que colaboren con la Misión (entre ellas laicas). En el caso de los religiosos, por ejemplo, si alguna congregación tiene que dejar alguna casa, no deja la del centro de Quito, deja la situada en la Amazonía (P. Goldaraz, 2014).

La espiritualidad actual responde a una psicología moderna, afecta a todo mundo. La ética no funciona, los compromisos tampoco, la palabra no funciona. El mundo de ahora es distinto. Ahora están entrando a las casas unas formas virtuales intensas como la televisión, las pantallas con videos y el internet. Te folclorizan a los curanderos, los matrimonios y los funerales, quitando las concepciones más esenciales de la vida (P. Goldaraz, 2014).

En el caso del extractivismo no hay información, solo que van a tener trabajo y dinero. Además está la modernidad de comprar teléfonos celulares, televisiones, comprar ropa. Se fomenta la educación para que luego ocupen puestos de oficina y cargos políticos. En lo que respecta a la mujer, les inyectan hormonas para que no tengan muchos hijos entorpeciendo el destino divino sobre la reproducción del ciclo de la vida (P. Goldaraz, 2014).

La idea para abordar los nuevos cambios, sería salir a trabajar en grupos juveniles, catequesis y en cursos de formación. Los puntos duros para trabajar son la ecología, la equidad, la justicia y la mentira. La juventud ya no viene a estar comprometida, sólo vienen hasta la confirmación. Se casan muy poco a nivel eclesiástico. No hay una pastoral consistente que incida en estos campos (P. Goldaraz, 2014).

Procesos sociales

Para la Misión Capuchina el Yasuní es un lugar que debería ser el último en tocar, porque es una maravilla. No sólo esta zona, sino también el Cuyabeno en Sucumbíos, los vestigios de Pompeya, los ríos en Shushufindi, la laguna de Limoncocha, entre el río Aguarico y el río Napo también hay algunas lagunas hermosas, el río Coca, el mismo río Napo, etc. Es una maravilla que no encuentras en otro lado, tanto a nivel botánico, de aves, de plantas, culturas, de todo. Por ejemplo, las raíces de los pobladores del río Aguarico, se juntan en la parte norte del continente suramericano. Este sector se pobló a través de poblaciones que venían del Caribe (Venezuela, Colombia, Brasil) y se denominaron Caribes Tucanos, mientras la otra parte se pobló desde el río Amazonas, los llamados Tupi Guaranís. Por eso a quince kilómetros del Coca, encontramos, a los descendientes de los Tucanos y de los Tupi Guaranís. Los secoyas y los sionas son Tucanos y los kichwas son Tupi Guaranís. Por eso hay lugares donde se junta toda esa riqueza ancestral. Este lugar es un tesoro natural y cultural que se debe proteger a toda costa (P. Andueza, 2014).

En este sentido, los días 21 de cada mes se encabeza una pequeña manifestación para recordarle a la gente ecuatoriana que el Yasuní no se compra ni se vende. Este tipo de concienciación de la gente a nivel ecológico, es bastante complicado ya que ni los indígenas se dan cuenta que la selva se acaba, de que las aguas están contaminadas. “Cuando se recorre el Napo, les decimos que ya no se puede tomar agua del río o bañarse, pero igual siguen tomando agua del río, bañándose y lavando. Porque no se ve el petróleo y la contaminación, pero ahí están” (P. Andueza, 2014).

Según el testimonio de la Hna. Liliana Cajamarca, el trabajo de concientización (no solo ecológica sino también de derechos sobre la vida digna) viene de larga data.

Cuando yo vine a la Misión Capuchina empecé en Shushufindi y estaba metida en el tema de Derechos Humanos, defendiendo los intereses del pueblo, de la gente. Ahí específicamente empezaban a entrar las petroleras, a abrir caminos y a hacer negocios comprándoles sus fincas y había mucha desigualdad (e injusticias). Entonces teníamos que promover charlas y se trabajaba en defensa de los DDHH, de las organizaciones populares. Quienes ahora nos motivan muchísimo, que dieron su propia vida vida fueron Inés y Alejandro, quienes con tanta fuerza defendieron dando la vida, motivándonos a seguir en la defensa de la naturaleza, de las minorías indígenas y también en la defensa de la vida, porque está siendo atropellada a todos los niveles. Hemos hecho manifestaciones, marchas solidarias, hemos ido a la Fiscalía, a la Gobernación o simplemente hemos pasado cantando, orando y gritando consignas en defensa de la vida, ahora hacemos actos como el que se realiza hace años atrás en la Plaza de San Francisco de Quito que lidera el Hno. Txarli Azcona. Con el grupo de Inés y Alejandro nos unimos en el Parque Central del Coca cada 21 de cada mes a la seis de la tarde y luego pasamos a la eucaristía. Y hablamos también que los Tagaeri y Taromenane existen y quieren vivir, pero la misma gente de esta ciudad no se da cuenta de todo lo que ocurre, ni siquiera las autoridades, pues algunas leyes están sólo escritas en el papel, no se hacen efectivas, no se cumplen y hay un terrible desamparo especialmente de las minorías (Hna. Liliana Cajamarca, 2014).

Pero en este último año 2013-2014 ha existido un rechazo peculiar hacia las misiones, por la desinformación de algunos grupos, pero hay que seguir con el acompañamiento y la oración. El Vicariato está dispuesto a apoyar en las relaciones entre huaoranis y otras comunidades, en sí, en crear lazos de comunicación y armonía, justamente ese es el trabajo de la Fundación Alejandro Labaka y CICAME. Se trata de un compromiso basado en el amor hacia la Creación y todos sus hijos e hijas (Hno. Azcona, 2014).

De acuerdo al testimonio del misionero y Hno. Txarli Azcona, la dificultad para acompañar al pueblo es muy elevada. “Llevo poco tiempo y ya se han sucintado acontecimientos fuertes como las matanzas desde y contra los huaoranis. Mi acompañamiento con ellos es deficiente, siempre se puede hacer mucho más, por un lado les acogemos cuando vienen al Coca, los visitamos en las cárceles y vamos a algunas de sus comunidades cuando nos permiten el ingreso” (Hno. Azcona, 2014). Es necesario buscar constantemente vías de encuentro para relacionarnos como Iglesia y entre seres humanos que vivimos en el mismo planeta Tierra y por lo tanto, debemos cuidarlo y cuidarnos de la explotación en general.

Por otro lado, el Vicariato Apostólico del Aguarico también ha apoyado la consolidación de algunas organizaciones sociales de base laica y eclesial, entre ellas la Federación de Indígenas del Coca y la Amazonía Ecuatoriana (FICAE) y el SICNIE (Servidores Indígenas Católicos del Ecuador), mediante el apoyo de iniciativas grupales como es el Centro de Formación Intervicarial Runa (CEFIR) cuyo objetivo es posibilitar el crecimiento de la Iglesia Runa de la Amazonía, mediante una formación avanzada para fortalecer al pueblo con sus servidores, celebraciones y teologías propias. Además, al interior del SICNIE se están revisando problemáticas actuales como es la implementación de la justicia indígena, dentro de todos los casos que han convulsionado la opinión pública ecuatoriana, entre ellos están las venganzas entre pueblos y nacionalidades indígenas amazónicas. Y es justamente el SICNIE en su componente Amazónico el encargado de estudiar las propuestas en relación a dicho tema. De hecho el SICNIE-Amazónico es de los más dinámicos y propositivos del Ecuador.

Visión comunitaria

Siempre se dice que los tiempos de antes eran mejores, había mucha paz y tranquilidad no había todo este movimiento que hay ahora en la actual Provincia Francisco de Orellana (antes perteneciente a la Provincia del Napo, y fueron los capuchinos quienes apoyaron el proceso de provincialización, tan anhelado por sus pobladores). Así, el Señor Milton Noboa, residente de la ciudad del Coca expresa su nostalgia en las siguientes palabras:

Cómo me gustaría volver a esos tiempos, pero es imposible. Éramos poca gente, todos nos conocíamos, éramos una comunidad muy unida. Por esa razón no me gustaría que explotaran el Yasuní porque no creo que cambie nada, todo va a seguir igual, se va a seguir destruyendo nuestro futuro, se va a seguir contaminando y los hijos de nuestros hijos no tendrán la felicidad que nosotros hemos tenido de bañarnos en estos ríos puros sin contaminación. Ahora tenemos una ciudad con ríos contaminados, tenemos que ir a buscar cada vez más lejos un río descontaminado (Noboa, 2014).

Luego, la vida será más complicada y de qué va a servir el dinero del Yasuní, absolutamente de nada. Estos pueblos que luchan por defender su hábitat están en todo su derecho y miren cómo hay matanzas, cómo los atropellan, cómo tratan de sacarlos de ahí y van exterminando, todo por la ambición del dinero. No va a cambiar nada si se explota el Yasuní, se tendría que quedar así como está (Noboa, 2014). Definitivamente, el progreso que la misma gente deseaba, llegó acompañado de una desdicha petrolera (causada por un despropósito compartido entre el Estado y las compañías) porque no se preocuparon con sinceridad por las personas que habitaban sobre la riqueza que mueve al país. Un ejemplo (entre muchísimos más) es que si bien ahora las empresas petroleras ya entregan los beneficios prometidos (cosa que antes no sucedía), éstos no reciben el mantenimiento adecuado y se deterioran en medio de las comunidades, ya que su cultura nunca se ha involucrado en ese tipo de labores y no ha existido un acompañamiento satisfactorio desde los “benefactores”, que se dediquen a hacer un verdadero y completo seguimiento de las obras que por obligación deben efectuarlas.

Finalmente, la gente que ha sentido el trabajo misionero está muy agradecida por su desempeño y dedicación. Así lo dice Milton Noboa “mi profundo agradecimiento a la misión capuchina. Se puede decir que ellos son quienes nos trajeron acá, nos dieron un futuro mejor a mí y a toda mi familia, más allá de todos los problemas que podamos tener en la provincia” (Noboa, 2014). Pero el trabajo misionero se está perdiendo porque las personas no siguen el camino de la misión. Los jóvenes no quieren ser verdaderos misioneros, sólo quieren trabajar para tener dinero. Ellos no están bien encaminados porque en términos generales, los padres no se preocupan por sus hijos. La gente de la comuna trabaja todo el día y no están acostumbrados a dar una parte de su tiempo para trabajar con los misioneros, la cultura ancestral tampoco favorece la existencia de sacerdotes indígenas porque el hombre debe estar con una mujer para vivir en felicidad. Y lo peor de todo, es que ahora los misioneros tampoco se adaptan a la cultura de los runas o indígenas (Machoa, 2014).

Horizontes misioneros

Es importante mantener la dinámica de dar respuesta a los diferentes contextos, necesidades y problemas actuales. Fortalecer la comunidad cristiana y el encuentro de Jesús, ya que en la actualidad existe un sin número de iglesias y sectas, que además, tratan de conquistar a las personas para que pertenezcan a estos grupos. El propósito sería adaptarse a las nuevas realidades de la urbe. Hay desafíos en distintos campos: pluriculturalidad, socio-economía, religiosidad, vocaciones, formación de laicos, evangelización por parte de los misioneros, juventud, familias y catequesis.

Bien comenta la Hna. Liliana Cajamarca, “lo que dice el Papa es que hay que salir a ensuciarnos, que quiere una iglesia que se accidente, y eso es verdad, significa que nosotros tenemos que meternos más en la realidad de la gente acompañar pero en forma procesual no hacer cositas pequeñas puntuales, tiene que haber un proceso, tenemos que llevar a los jóvenes no ha estar brincando con dinámicas sino a ver qué podemos promover en la juventud, sino hay fuentes de trabajo hay que buscar alguna microempresa, buscar algo igual con las mujeres, se dan talleres y si se terminó el dinero que dio el municipio (o alguna otra entidad) se desorganiza todo eso y se acaba lo emprendido como si se tuviera fecha de caducidad” (Hna. Liliana Cajamarca, 2014).

Es más que todo salir, acercarse más a las familias y visitar las casas, es que también hay un vacío porque hay muy pocos misioneros/as. Y por ejemplo, si se dedican solo a los jóvenes, las familias quedan abandonadas. Hacen falta más comunidades religiosas, más misioneros para abarcar todos los campos, unos no necesitan, otros tienen hambre de Dios y si les proporcionan un Dios que camina con ellos, cercano y que les ama, también se puede superar muchas cosas, y enseñarles también a los barrios a trabajar en equipo porque las familias se van haciendo como islas, cada uno por su interés. Ya no hay ese trabajo en comunidad, las mingas. Incluso aquí ya no saben cómo se llama el vecino de al lado, al igual que en las grandes ciudades. Antes había comunidades de base donde todos se conocían y las necesidades del otro se apoyaban, entonces se debería volver a hacer todo eso (Hna. Liliana Cajamarca, 2014).

Nuestro trabajo misionero es seguir acompañando a los pueblos y asesorando, buscar que el pueblo tenga trabajo en una empresa u organización, es nuestro compromiso hacer que este pueblo no pierda esos bonitos valores que tiene dentro de una comunidad la vivencia de ellos, porque afuera lamentablemente si el indígena no está asesorado se pierde fácilmente, ese es nuestro trabajo de acompañarles y mantener en ellos los valores. Es un mundo muy rico en esos valores que otras culturas no tienen, como vivir la unidad, el compartir, la solidaridad, etc., compromisos que le hace propio al mundo indígena ese sería nuestro reto como misioneros y misioneras (Hnas. Mariana Granda y Carmen Llerena, 2014).

Desde una visión más pragmática y realista, el P. Alberto Calvo del Solar señala que la misión tiene que cambiar a corto o largo plazo. Eso supone que tendrá una estructura diferente, unas necesidades diferentes y una proyección diferente. Posiblemente en cinco años tengamos un nuevo obispo, por la edad de Jesús Esteban. Según el obispo que ingrese será la perspectiva de trabajo que se adapte e incluya. Lo lógico es pensar en un ecuatoriano y no traer un español, pero eso será la orden de Roma. La Iglesia es de corte europeo y la estructura nuestra es europea. Las iglesias evangélicas tienen mayor adaptabilidad según el lugar en donde te encuentres, pero la Iglesia Católica no, porque tiene una estructura vertical. No se puede decir que sea bueno o malo, al final es la iglesia que se tiene. Ahí está el claro ejemplo de un hombre que ha estudiado en Roma cinco años pero no se sabe si podrá adaptarse a estas realidades. Esto muestra una nueva etapa en la misma Iglesia. Se requiere una nueva cosmovisión de Iglesia dentro de la que ya tenemos. La Iglesia debe dar unas directrices para su gente. Se puede decir que no está de acuerdo con tu forma de vida pero se debe primero aprender a respetar. Se perdería mucho tiempo en afirmaciones sobre las cuales no te van a hacer caso (P. Calvo del Solar, 2014).

En los tiempos actuales primero hay que hacer tres cosas, primero saber escuchar. Segundo, no dar respuestas a preguntas que no han formulado. No tengo yo todas las respuestas, las podemos encontrar juntos. Y tercero, aprender a respetar al otro, no condenar. Jesucristo ha venido para salvar no para condenar. Yo no soy nadie para condenar. No me voy a salir de mis principios morales y tampoco te voy a exigir que pienses de mi misma forma. La idea es el respeto y no las imposiciones (P. Calvo del Solar, 2014).

Por todo esto, Mons. Jesús Esteban Sádaba insiste en la consolidación del Vicariato a través de sacerdotes diocesanos, ya que éstos van haciendo una iglesia estable. El misionero religioso está en el territorio sólo hasta el momento que ya no es necesario, de hecho el mayor triunfo de un misionero es hacerse totalmente innecesario, entonces deja esa misión y se va a otra, en cambio el sacerdote diocesano se establece en el lugar porque es una persona nativa de la región donde hacen la curia, normalmente deberían ser nacidos o tener familias ahí, entonces hace la iglesia en el lugar de donde es y no una misión que está esperando a salir, sino que está dentro de su misma realidad (Mons. Sádaba, 2014). El problema es que la mayoría de sacerdotes locales se forman con ideas externas a su contexto y se pierde la noción endógena de la cultura, el clero y el desarrollo de su pueblo. Por esto es importante avanzar en la consolidación de redes regionales como la RED Amazónica, para que los actores pastorales (misioneros, catequistas, líderes, jóvenes, mujeres) sean protagonistas de su desarrollo y se apropien del territorio en el sentido más católico y humanista, es decir, valorando las características esenciales de los pueblos y resaltando sobretodo al ser humano por encima del capital, la burocracia y la falta de sensibilidad por las situaciones más extremas de pobreza, abandono y daño al medio ambiente. El propósito fundamental es contribuir a la reflexión pastoral en estos nuevos tiempos, construyendo posibilidades y caminos para dignificar la vida.

 

Fotografía: Altar preparado para una misa en la comuna Llanchama (Parque Nacional Yasuní). Esta es sólo una muestra del extenso trabajo de acompañamiento e inculturación del evangelio en el Vicariato Apostólico de Aguarico, en el cual se resalta la importancia de las visitas comunitarias.

 

 

 

 

 

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