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La Espiritualidad:

un largo camino para dentro del corazón de Dios

Diez aspectos para apropiarse de una espiritualidad misionera

P. Moacir Goulart de Figueredo, msc

 

“La espiritualidad misionera  se exprime, sobretodo en el vivir en plena docilidad al Espíritu, y en se dejar plasmar interiormente por El, para tornase cada vez más semejante a Cristo” (RMi 87).

 

La espiritualidad es parte importante de la misión. Sin ella los discípulos y misioneros no pueden ser configurados en su Maestro. Aquí presento algunos puntos que pueden aproximar de lo que comprendemos por espiritualidad. Es un trabajo hecho y pensado en medio del camino. Algunas cosas necesitan de profundización y de fundamentación. No lo tomen como trabajo acabado, pues estamos en proceso de profundización de nuestra espiritualidad misionera.  Es el comienzo de un largo caminar para dentro del corazón del Padre.

1 - ¿De qué espiritualidad podemos hablar hoy?

Al hablar de espiritualidad misionera debemos discernir entre muchas corrientes espirituales del presente momento. En los años 60 se hablaba de secularización.  Se pregonaba el fin del sagrado. Lo que vemos al inicio de los años 2000, es muchas formas y tipos de espiritualidades. El “mercado” de las espiritualidades está en alta. New Age, yoga, meditación, San Dayme, 666, relación cósmica y otros. Hay una mescla de todo para satisfacer los deseos personales. Son espiritualidades sin la presencia de un Dios histórico. En este contexto debemos discernir lo que es la espiritualidad cristiana y misionera.

2 – La crises de la espiritualidad

 Delante de las ideologías del tener, del placer y del poder, las personas pasan a negar su potencial místico, procurando confiar solamente en sus propias fuerzas, para garantizar la eficiencia. De esta forma no buscan la transcendencia, permanecen en la superficialidad, sin motivaciones unificadoras y profundas. Por esto pierden el sentido de la vida y la razón de su existencia. Esto es fruto de una sociedad que los sociólogos denominan de post-moderna. Una sociedad que colocó en cuestión los valores que parecían sólidos, como familia, trabajo, escuela, iglesia, estado. No son más los pilares que garantizan en la sociedad el bien estar humano. Los mitos del fin del mundo, de la liquidación de la biosfera, de la amenaza del futuro común de la tierra y de la humanidad. Delante de los desafíos comenzamos a nos preguntar: ¿Qué estamos haciendo en este mundo? ¿Cuál es nuestro lugar en el conjunto de los seres? ¿Cómo actuar para garantir un futuro que sea lleno de esperanza para todos los seres humanos? ¿Qué podemos esperar para además de esta vida? La espiritualidad nos lleva a transcender a buscar lo infinito. A  seguir procurando valores que nos dan un sentido que dignifique (torne plena) la vida. En una sociedad, que pone en cuestión la espiritualidad cristiana, los misioneros son llamados a reafirmar el Amor de Dios como proyecto de vida para todos. Permitir que la espiritualidad profundice y conduzca a los grandes temas de la vida cristiana hoy dentro de las exigencias de la misión.

3 – ¿Qué es mismo espiritualidad?

Cuando hablamos de espiritualidad estamos compartiendo  experiencias religiosas, referentes a  una determinada época,  de un determinado grupo de personas en su relacionamiento con Dios. Al principio del cristianismo indicaba las prácticas de una familia religiosa, un estilo de vida marcado por la oración diaria, la vida fraterna y acciones del apostolado. El mundo griego hizo la separación entre las dimensiones espirituales y las de la materia. Creo el dualismo cuerpo versus espíritu. De esta forma “espiritual” seria los que viven con intensidad la búsqueda de Dios, lejos del mundo, buscando paz, serenidad y las cosas del cielo. Hoy pensamos la espiritualidad como un estilo de vida fundamentado en la vida de Jesucristo.

4 – La espiritualidad

Es un estilo fundamental, dinámico con el cual se enfrenta la vida, involucrándose en la historia, relacionándose con Dios, con las personas y la sociedad, para responder a las causas de la vida en plenitud. Es vivir con el Espíritu de Jesucristo y hacer del un estilo de vida. Asumir sus sentimientos, actitudes y prácticas como respuestas a las estructuras de muerte presente en nuestra sociedad. Es buscar un estilo de vida cristiana que esté fundamentada en el Espíritu de Dios. La espiritualidad necesariamente debe llevar a la conversión. Espiritualidad es lo que produce en el ser humano una transformación interior, que abre nuevos espacios de experiencia de profundidad con dirección al propio corazón y al misterio de todas las cosas.  Como ejemplo la planta y la agua. La espiritualidad está relacionada con las cualidades  del espíritu humano: amor, compasión, paciencia, tolerancia, capacidad de perdonar, responsabilidad, harmonía, cualidades que nos traen la felicidad.

5 – Origen de la palabra espiritualidad

La palabra griega pneuma, soplo, aliento es parte de la acción de Dios para ofrecer vida a los seres creados (Gn 2, 7). El soplo vital de Dios ofrece la vida a los que no la tienen. El viento el espíritu ordena el caos forneciendo la vida (Gn 1, 2). En la tradición bíblica encontramos la expresión “El Espíritu del Señor está sobre mí... (Is 61, 1-2), la misma tradición es asumida por Jesús para anunciar su misión en este mundo (Lc 4, 18-21). La Biblia sigue mostrando la misión de Jesús con la expresión “movido por el Espíritu” (Mc …). Este mismo espíritu da a Jesús una pasión profunda por el Reino, por la humanidad, además de sabiduría, valor, fuerza, audacia, paciencia, perseverancia, libertad y valentía.

6 – Recibimos el mismo Espíritu

Al formar la comunidad de los discípulos y deles se despedir, Jesús les entrega el mismo Espíritu que ha  recibido del Padre. “Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y ensénenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo” (Mt 28, 18-20).

Jesús no ofrece un poder jurídico, más si, un poder que viene por el Espíritu (Lc 24, 49; Hch 1,4-5). Pentecostés es la expresión máxima de la fuerza del espíritu que nos fue regalado. De forma explícita San Juan nos indica como Jesús nos ha regalado su espíritu: “Así como el Padre me envió a mí, así los envío a ustedes.” Dicho esto, soplo sobre ellos:” Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,21). El Espíritu que Jesús dio a sus discípulos y sigue regalando a los cristianos es un espíritu de valentía, de fortaleza, de caridad, de temperancia (2Tm 1,7). Un espíritu de temor, no de esclavos (Rom 8, 15). San Pablo aun nos enseña a contemplar los frutos de este Espíritu regalado a las comunidades y hoy a los misioneros. Son ellos: “la caridad, alegría y paz; paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad; mansedumbre y dominio de sí mismo”. (Gál 5, 22-23).

7 – Espiritualidad para la misión

El espíritu que Jesús nos regala hace que todos los cristianos sean misioneros. Todo misionero consciente de la presencia del espíritu en su vida puede ser enviado por la Iglesia para que actúe según la fuerza del mismo Espíritu que ha recibido. Sin el Espíritu y la espiritualidad de Jesús, que el misionero aprende y testimonia, el Evangelio se torna apenas letra muerta y la evangelización propaganda de Cristo. En cambio con el Espíritu y la Espiritualidad del Maestro el Evangelio es vida y fortaleza y la evangelización un nuevo pentecostés.

El papa Paulo VI ya afirmaba que: “Las mejores técnicas de evangelización, que son buenas, no pueden sustituir el Espíritu Santo. Ni la preparación profundizada del evangelizador, con sus esquemas sociológicos, históricos y teológicos serán eficaces sin la presencia del Espíritu” (EN 75). Ya el Papa Juan Pablo II completaba la misma idea con otras palabras: “Hoy como ayer, la misión sigue siendo una tarea difícil y compleja. Exige igualmente coraje, valentía y la luz del Espíritu: a veces vivimos el drama de las comunidades primitivas que sentía las fuerzas contrarias coligaren contra el Señor y contra Cristo (He 4, 26). Delante de esto es necesario rezar para que Dios conceda a los misioneros entusiasmo para proclamar el evangelio, escuchando los caminos del espíritu y por ellos nos dejar conducir” (RMi 87).

El espíritu en Jesús hace de su vida una manifestación del Padre: “El que me ha visto, ha visto el Padre (Jn 14,9). Por esto con su propia vida demuestra que Dios es Amor (1Jn 4,7s; Jn 3, 16; Heb 1,2; Rom 8, 3; Gál 4,4). La acción del Espíritu Santo  marca la misión de Jesús y los principales acontecimientos de su vida: Es Sellado, Ungido, Mesías; Es conducido por el Espíritu al desierto, al sacrificio y a la oración.  Todo esto para tener libertad como misionero del Padre y hacer la opción por los pobres. Para pasar por este mundo haciendo el bien. Con la fuerza de la unción, es consagrado para la misión de anunciar la Buena Nueva del Reino y su justicia. El mismo pasa a ser el evangelio del Padre, y fue el primero más importante de los misioneros que se ha visto. Dio testimonio del Espíritu del Padre hasta la perfección, hasta el sacrificio de su propia existencia terrena. Es el ejemplo de misionero que encarnó en su vida la espiritualidad del envió hecho por el Padre. En su acción sigue los designios de Dios.

El anuncio y su misión es con una espiritualidad que permite la proximidad concreta con los seres humanos. Una espiritualidad de la donación, del despojamiento, del desprendimiento, de la gratuidad, del servicio,  hasta la entrega de su propia vida. Esta espiritualidad ha hecho del hospede, peregrino, caminante, visitador, disponible para ir además de las fronteras, un hermano universal, siempre pronto para ir a otros lugares y en ellos cumplir su misión. (Mc 1, 38: Lc 4, 43). Jesús es así para todos nosotros el punto de partida para la espiritualidad misionera. El nos pide el dato de la fe, para seguir en la misma corriente de espiritualidad que le reconoce como Salvador y redentor universal.

8 – Mística misionera

Cuando utilizamos la palabra mística nos acordamos que su significado en lengua griega es “misterio”, algo escondido, pero verdadero. En otras palabras es un conjunto de motivaciones  fuertes que dan sentido a las opciones de vida y a los compromisos de una persona o de un grupo. La mística cristiana  es el conjunto de motivaciones evangélicas en las que encontramos fuerza alegría y unidad interior a nuestro estilo de vida. La mística es como el calor que transforma el hierro. Podemos alimentar una espiritualidad y mística misionera, siguiendo el ejemplo que Dios utiliza con el profeta Ezequiel. Manda comer el rollo de la palabra para llevar el mensaje a Israel (Ez 3,1). En otras palabras es necesario sintonizar con el mensaje de la Palabra de Dios. Asimilar la Palabra, entrar en comunión con el mensaje de Dios y con ella alimentar el Espíritu.    

9 – Fundamentos teológicos

La espiritualidad misionera se fundamental en el misterio trinitario y en la dinámica de la pasión, muerte y resurrección celebrada en el ministerio eucarístico.

El orden de Jesús descrito por Mateo está en clave trinitaria: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del padre y del Hijo  y del espíritu Santo” (Mt 28, 19). En el Concilio Vaticano II la misión también estuvo definida en clave trinitaria. Así nos enseña el Concilio: La misión es de Dios (Misio Dei); el misionero del Padre es su Hijo Jesucristo; y el protagonista de la misión es el Espíritu Santo. La espiritualidad misionera fundamentada en el misterio trinitario es para nosotros una invitación a percorrer un largo camino para dentro del corazón de Dios. Aceptando que la iniciativa es del y nosotros somos sus instrumentos. La acción de Jesús es complementada por la acción de su Padre. El aprende a ser misericordioso como el Padre lo es. El misionario del Padre nos enseña que la espiritualidad misionera es un camino de unión, de comunicación, de escucha y complementariedad con el Padre. El Espíritu Santo sigue fortaleciendo los discípulos de Jesús. Sigue despertando nuevos discípulos hoy. Fortalece con su acción la misión iniciada por Jesús. La acción del Espíritu complementa la acción de Jesús.

El Padre y el hijo – Su voz estuvo orientando Moisés  en el monte Horeb: “Sácate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada.”Y Dios agregó: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3, 4 -6). Delante de Dios Padre, nosotros nos prostramos en adoración, nos silenciamos y abrimos los oídos para escuchar y acoger su palabra. El Hijo revela el Padre, pues fue generado por él desde la eternidad y es consubstancial con él. Habla que el Padre está en el cielo (Mt 7,21). Establece una relación personal para con Dios le glorificando: “Yo te alabo Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has mantenido oculta estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla” (Mt 11, 25-27). “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer”. “Tú eres mi Hijo, el Amado; Tu eres mi Elegido” (Mc 1,11). “Este es mi Hijo amado: a él han de escuchar” (Mc 9,7). “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros: hemos visto su gloria la que corresponde al Hijo Único cuando su Padre lo glorifica. En él estaba la plenitud del Amor y de la fidelidad” (Jn 1, 14). “El Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino lo que ve hacer el Padre. Cualquier cosa que haga este; lo hace también el Hijo” (Jn 5, 19). “El Padre y yo somos una misma cosa” (Jn 10, 30). “El Padre está en mí y yo estoy en el Padre” (Jn 10, 38). “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). “Abbá! Padre”  - Padre de misericordia (Ef. 2, 4). “Sed misericordiosos como misericordioso es el Padre de ustedes” (Lc 6, 36).  “Así serán hijo de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores”. (Mt 6, 45).

La Iglesia y sus pastores, los evangelizadores, los misioneros, los que se dedican al anuncio deben tener consciencia de que no poseen un mensaje propio más a ellos fue encomendado proclamar lo que Jesús enseño.

El Espíritu Santo – Es soplo, fuego, agua viva, paloma, unción y sello. Aquel que da vida, que procede del Padre y del Hijo. Creador, paráclito, don de Dios, fuente viva… “y yo rogare a mi Padre y Él les dará otro intercesor que permanecerá con ustedes. Este es el espíritu de verdad” (Jn 14, 16). “Yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre” (Jn 15, 26). “Recibirá de lo mío para anunciárselo” (Jn 16, 15). El  Espíritu está presente siempre cuando surge una vida nueva. En el principio Dios creó la tierra (Gn 1, 1-2). La función del Espíritu es santificar. Puesto que es amor en la santísima trinidad. Si queremos ser discípulos y misioneros que anuncian la Buena Nueva, la nueva evangelización, es necesario pedir de rodillas esta unción santificadora del espíritu, en una prece silenciosa y profunda.

 “En la santísima Trinidad el hijo es el amado, El Padre es aquel que ama y el Espíritu Santo es el propio amor”.

La eucaristía es otro fundamento teológico para la espiritualidad misionera. En ella se celebra la esencia de la espiritualidad cristiana que está centrada en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Tres son las palabras pronunciadas para concretar este misterio: Tomado, repartido y donado. Así también los misioneros, son tomados del seno de una familia, repartidos en muchos lugares, para donaren sus vidas en vista del Reino y su justicia. La resurrección de Jesús plenifica las acciones de su vida, su método de acción misionera y sus enseñanzas de la buena noticia del Reino. En la eucaristía oímos la Palabra con los significados de su vida para unirla con los misterios de la pasión, muerte y resurrección, alimentando así los misioneros con el mismo espíritu de Jesús. En ella celebramos la Alianza, La memoria y la fiesta.

10 – La espiritualidad revela Dios

El verdadero misionero que se fundamenta en la Trinidad y en la eucaristía se configura en Jesucristo y en su misión. Así revela Dios en medio de la humanidad. Como crece en la comunión con el Misionero del Padre, en la caridad fraterna ofreciendo la vida como Jesús procura vivir en santidad. La espiritualidad lleva a la conversión y a la transformación personal, por esto, es camino de santidad a medida que se configura bajo el signo de la Trinidad. La misión configurada en la Trinidad es un camino de santidad. El misionero que lo recorre está buscando santificar su propia vida. 

De esta forma nos damos cuenta que seguir a Jesús, asumir su estilo de vida, sus actitudes, vivir como el vivió es entrar en el camino de la santidad. De este esfuerzo para vivir como Él vivió nace una vida de comunión. La vivencia de la comunión en Jesucristo nos configura en el proyecto de santidad del propio Padre. De esta configuración en Jesús partimos para el testimonio de su vida en medio de todas las gentes. Vamos con el hasta los confines de la tierra. En otras palabras la espiritualidad es la puerta de entrada para vivir con Él, para unirse a Él y para ir con Él revelando el Padre en medio de la humanidad. 

 

Cuestiones para grupos:

1 – ¿Cómo cultivar una espiritualidad que te lleve a estar configurado(a) en de Jesús de Nazaret?

2 – ¿En qué aspectos la espiritualidad de Jesús ha cambiado tú estilo de vida?

3 – ¿Qué nuevas prácticas y actitudes asumir para estar configurados en Jesucristo? ¿Qué hacer para buscar la santidad misionera?

 

Bibliografia:

BENTO XVI, Exortação Apostólica pós-sinodal Sacramento Caritatis, 2ª. Ed Paulinas, São Paulo, 2007.

APONTE, Mons. Julio Daniel Botía. Hacer discípulos y misioneros para Jesús. Ed. Paulinas. Bogotá, 2006.

BARREIRO, Álvaro. Buscar a Deus e encontrar-se em Deus – Como orar no mundo de hoje. Ed. Loyola, São Paulo, 2004.

HUMMES, Cláudio, Dom. Sempre discípulos de Cristo.2ª.  Ed. Paulus, São Paulo, 2002.

BOOF, Leonardo, Espiritualidade, um caminho de transformação. Ed. Sextante, Rio de Janeiro, 2001.

PALEARI, Giogio. Espiritualidade e missão. Ed. Paulinas, 2001. 

MASSERDOTTI, Dom Franco. A missão a serviço do reino – meditações de espiritualidade missionária. Ed. Paulus, São Paulo, 1996.

BIFET, Juan Esquerda. Teologia de la evangelización – curso de misionología. Ed. BAC, Madrid, 1995.  

 

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