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Mensaje 

VIDA CONSAGRADA 

RENOVADA FRENTE A LAS CONTRADICCIONES 

Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2020

Queridos/as hermanos/as, 

La vida humana siempre es dual, nunca existe sólo un extremo sin la parte opuesta. Nuestra historia es una combinación tremendamente bella de gozos y penas, luces y sombras, encantos y desilusiones, sorpresas y hastíos. Somos vida y muerte, muerte y vida: pascua. El secreto está en abrazar absolutamente todo para que el amor realice el misterio de la metamorfosis. La Vida Consagrada expresa de manera particular esta tensión dinámica existencial a través de la radicalidad evangélica; la donación de sí mismo/a – kénosis propia de nuestra vocación – genera, por la síntesis de contrarios, lo que llamamos paz, coherencia, significatividad y libertad verdaderas. 

Hoy estamos celebrando la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, ocasión que nos brinda la Iglesia para hacer fiesta por el don de nuestro ser recibido, para encontrarnos como familia carismática intercongregacional y, sobre todo, para compartir nuestros anhelos y retos más profundos. El tema de este año es por demás hermoso: “La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”. Somos conscientes de la complejidad – contrastes de los que hablábamos anteriormente - del momento actual, cargado de una fuerte dosis de escepticismo. Frente a tanta violencia, corrupción, injusticia, mentira y sin sentido. Nos preocupa el sufrimiento de nuestro pueblo y sentimos nuestra fragilidad, manifestada en la falta de personal y de recursos; parece que ante mayores desafíos nos sobreviene mayor irrelevancia. 

Sin embargo, hemos nacido para la rebeldía de la esperanza, para nadar contra corriente, para el anuncio profético que asegura el triunfo del Resucitado ahí donde solo hay augurios de fatalidad. Somos Vida Consagrada resignificada por un corazón misericordioso y por unas manos extendidas para la fraternidad - dones que la humanidad realmente necesita – al estilo de María, nuestra gran madre y compañera. Ella camina con nosotros, hombres y mujeres, consagrados/as, que luchamos cotidianamente por ser presencia liberadora de Jesucristo ante todo tipo de miseria, aquí y ahora. 

Como horizonte para este año, a partir de la lectura de la realidad asumida, les propongo tres compromisos que me parecen ineludibles para la renovación de la Vida Consagrada frente a las contradicciones que nos desafían: 

1) La centralidad de la Oración. La oración es nuestra fuerza y la que da sentido a nuestra entrega. Permitamos a Dios que ore en nosotros. Oremos nuestra propia vida y la de los que encontramos en nuestro camino. Demos a la oración la calidad y el tiempo prioritarios y sin excusas. Dejémonos transformar por sus mociones. A veces rezamos poco y mal, por ello nos urge una reconversión a la oración que produzca síntesis vital. 

2) La exigencia de la Comunión. Las relaciones humanas son el núcleo de la Vida Consagrada, cuando dejan de ser simplemente funcionales – buena educación o colaboración para el trabajo – y se hacen comunión de vida incondicional y gratuita, porque constituyen el motor para el crecimiento de las personas. En cambio, las relaciones tóxicas destruyen el ardor vocacional y la narcotizan en una marejada de inmadureces o tonterías. Necesitamos comunidades serenas y profundas en humanidad y fe desde las cosas pequeñas de cada día. La vida en comunidad es el signo más creíble para la Misión. 

3) La audacia de la Misión. En la historia de la Vida Consagrada, la renovación siempre vino desde el abrirse a los más pobres y abandonados, como respuesta a las intuiciones que configuraron nuestro carisma. No es la autorreferencialidad la solución pues nos encierra en el miedo o status quo. Cuando estemos perdiendo el sentido o el entusiasmo por la vocación, retornemos a la misión; preguntémonos quién nos necesita más allá de nuestros muros (a veces también dentro del convento) y cómo nos estamos gastando la vida en concreto. La Misión es, sin duda, fuente de gozo – cuando se vive apasionadamente – y nos hace experimentar la promesa de Jesús: “nada ni nadie podrá arrebatárselo” nunca. 

Por todo ello, celebrar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada debe confirmarnos en la certeza que este tramo de tiempo – inmersos en sus contrastes – es también tiempo de bendición (Kairós) para cada uno/a de nosotros/as y nuestras congregaciones o institutos. Hoy es historia de salvación, a través de nuestra presencia sencilla, para que el mundo en Él tenga Vida. 

P. Rafael González Ponce MCCJ 

PRESIDENTE CER NACIONAL 

Quito, D.M., 02 de febrero 2020

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