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Una tragedia ocultada

03/Octubre/2013

El pasado miércoles 25 en la FLACSO se vivió una experiencia propia de dictaduras: la llegada del brazo ejecutor de la ley, en medio del lanzamiento de Una tragedia ocultada, con la orden de retirarlo. Fuimos pocos quienes nos hicimos con un ejemplar antes de la requisa en un evento en el que faltaron representantes del mundo académico y universitario, escritores, periodistas, intelectuales; desde ese día el libro circula en la red. Ojalá sea leído masivamente pues, como dijo Teodoro Bustamante, desde hace décadas se han publicado varias obras que, desde diversas disciplinas, han investigado la complejísima Amazonia.

El pretexto para que el defensor del Pueblo haya prohibido la obra es la fotografía velada de una niña taromenane, cuyos derechos, con ello, habrían sido vulnerados, mas sus autores, Miguel Ángel Cabodevilla y Milagros Aguirre, amén del prologuista Massimo de Marchi, son en la realidad real y en la que crea la reflexión aquellos de los pocos que han defendido los derechos de waoranis y taromenanes.

La crónica es rigurosa: las masacres de grupos aislados, repetidas desde el año 2003, se deben en mucho a la dejadez del Estado y sus autoridades, que precede al actual Gobierno, a cuyos personeros les corresponden grados claves de responsabilidad. Tras la lectura de las 200 páginas, concluyo que varios intereses económicos y políticos han usado, hasta pervertir, a miembros de etnias como los waorani; el Estado no se ha ocupado de proveerles de una educación cívica suficiente que les haga y nos haga "situarlos como ciudadanos peculiares en este país". El Estado ha fallado en no precautelar la vida de grupos aislados y en no indemnizar a las víctimas que los miembros de aquellos pueden causar al verse arrinconados, hambrientos y bombardeados por mensajes atemorizantes. Concluyo ratificando la idea de Primo Levi que Cabodevilla ha empleado como epígrafe: los hechos históricos carecen de la simpleza que a nosotros nos gustaría.

Las fotografías y los anexos, así como la traducción y transcripción de testimonios y entrevistas de los waoranis que participaron en la última masacre de marzo, de más de 20 taromenanes, mayoritariamente niños, cumple la función de hacer vívida una realidad de la que no hemos querido ocuparnos: los grupos aislados no lo están tanto, pues poseen objetos del mundo del plástico; están constituidos por seres humanos, forman clanes y familias, buscan parejas y muestran su implacable espíritu guerrero si sienten amenazado su territorio. Tanto Cabodevilla como Aguirre nos recuerdan un hecho que debería erizarnos la piel: dos niñas de 7 y 2 años fueron raptadas y viven hasta la actualidad con sus captores y asesinos de sus padres. No solo que la obra de estos intelectuales, el misionero y la periodista, están exentas de demagogia y emplazan al Estado sobre cómo oculta tragedias, sino que increpa a la sociedad ecuatoriana en su conjunto sobre qué hacemos con los más débiles y desnudos de nuestros hermanos. 

Ellos merecen de todos nosotros admiración, gratitud y respaldo real incondicional, y de las diversas autoridades, trato respetuoso. Más allá, sin embargo, sigue la fatal profecía: si no hacemos algo para evitarlo, pronto viviremos una nueva tragedia.

 

Cecilia Velasco

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http://www.hoy.com.ec/noticias-ecuador/una-tragedia-ocultada-592045.html


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