“Anunciad”
Hacia la trans-formación en la Misión
17 de septiembre de 2016
(José Cristo Rey García Paredes, cmf)
Tras las cartas "Alegraos", "Escrutad" y "Contemplad", el Dicasterio de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica nos regala una nueva carta -con motivo de la conclusión del año de la vida consagrada- "Anunciad".
Estas cuatro cartas nos ofrecen una inteligente e inspirada secuencia: la vocación a la alegría, el necesario discernimiento, el camino de la belleza (filocalía) y la Misión. De todas ellas emerge la imagen holística de una vida consagrada configurada por nuestra gran tradición y por los signos del Espíritu en nuestro tiempo.
La carta "Anunciad" se inicia con un Prólogo que intenta hacernos conscientes del mundo en que vivimos, que nos afecta a los consagrados y que desafía nuestro anuncio del Evangelio y nuestro mensaje sobre Dios: la sociedad líquida y globalizada, el sinsentido, el consumismo competitivo, el desencanto.
Está dividida en tres partes: 1) Hasta los confines de la tierra; 2) Iglesia en salida; 3) Fuera de la puerta.
Cada parte está subdividida en un primer apartado que se titula "A la escucha", en el cual se ofrecen claves de "lectio divina", que inspiran y centran el ministerio de anuncio al que está llamada la vida consagrada; y un segundo apartado en el que se ofrece claves de transformación y actuación para una vida consagrada "en misión".
La primera parte "Hasta los confines de la tierra" (nn. 10-32) nos recuerda que hemos sido enviados por el Señor Resucitado a todos los pueblos y etnias de la tierra y hasta el fin de los tiempos; nos dice que ese anuncio será siempre conducido por el Espíritu de la verdad a través de sendas desconocidas y se adaptará a los diferentes contextos culturales y responderá a las urgencias de paz, reconciliación, sanación, inclusión e integración social. Esta misión es el fundamento de nuestra vocación y nos pide situarnos en sus vanguardias. La realización de nuestra misión nos pide -siguiendo el estilo del Maestro- desplazarnos allí donde la gente está, en una dinámica del ver, del sentir compasión y actuar (nn. 14-32). Esta misión se cumple adecuadamente cuando el Espíritu Santo -guía del movimiento del amor entre el cielo y la tierra- nos concede ser "contemplativos en la misión", "servidores de la Palabra" -desde el testimonio, la liturgia, la diaconía, expresión de una Iglesia-madre que ama y engendra-, Mebasser o mensajeros de alegres noticias, unidos en comunión y perseverantes -conscientes de que la comunidad es la primera estructura de evangelización".
La segunda parte "Iglesia en salida" (nn. 33-55) nos evoca las dificultades que Pablo y sus compañeros encontraron en su ministerio evangelizador y cómo el Espíritu los llevó hacia periferias desconocidas, hacia culturas diferentes y les impidió orientar su acción hacia determinados lugares. Después, la carta nos ofrece una relectura de la "Evangelii Gaudium" para la vida consagrada actual. Reafirma el protagonismo del Espíritu Santo en la danza de la misión. Sitúa la misión de la vida consagrada en la Iglesia, en su dimensión testimonial. Reconoce la debilidad propia de los evangelizadores, pero también cómo en ellos se expresa la fuerza de Dios. El Espíritu no nos permite dejar las cosas como están y nos impulse a dejarnos conducir por los cuatro principios sabios de la "Evangelii Gaudium". Solamente una vida consagrada "evangelizadora con Espíritu" y capaz de suscitar nuevas preguntas, podrá cumplir su misión.
La tercera parte "Fuera de la puerta" (nn. 56-91) se inicia con una páginas de los Hechos de los Apóstoles (Hech 16,1-40) en la cual el Espíritu abre nuevos horizontes a la misión de Pablo y sus compañeros: la evangelización del continente europeo, que se inicia en Filipos, donde se encuentran con personas fuera de la puerta, a orillas del río, o cerca de los manantiales para las abluciones rituales; allí unas mujeres -Lidia en especial- acogen el Mensaje, se bautizan. La falta de instituciones estables agudiza la fantasía misionera y comienzan "fuera de la puerta a orillas del río" (Hech 16,13), símbolo de todas las salidas de nuestros orígenes fundacionales en la vida consagrada.
Esta tercera parte es una llamada a la innovación en el ámbito de la misión. Y nos habla de la necesidad de adquirir un "pensamiento dinámico -generador y transformador-", de situarnos en puestos de vanguardia ante los desafíos de la pobreza, de la necesidad de un nuevo humanismo, de la no-violencia y de la familia. La carta presta una especial atención a las fronteras educativas y sus periferias culturales, lugares ecuménicos e interreligiosos, lugares del Espíritu. El tiempo de la misión es el tiempo de los sueños que tantas veces nos parecen imposibles.
De este modo, la carta "Anunciad" nos invita a entrar en procesos de transformación en nuestra forma de entender la misión (missio Dei, protagonismo del Espíritu, Mebasser) y de configurarla de forma creativa, innovadora bien arraigados en "la Escucha", en nuestros relatos fundacionales.
La carta -en su riqueza- no puede abordar toda la riqueza de la misión. Y por eso, se enriquece cuando evocamos lo que el Congreso internacional de la Vida Consagrada en el 2004, nos decía sobre la vida consagrada "samaritana" ("Ve y haz tú lo mismo" -¡un auténtico mandato misionero!- tan presente en los institutos dedicados a la sanidad, a la recuperación terapéutica), o cuando nos sentimos interpelados -no solo por la sociedad occidental-, sino por pueblos y culturas de Oceanía, de Asia, de África, de América, donde las semillas del Verbo y del Espíritu nos presentan otros desafíos y nos abren a horizontes insospechados y respuestas inéditas.
La carta de la CIVCSVA -juntamente con las tres precedentes- es un gran regalo para la vida consagrada de nuestro tiempo. Todas ellas, en su conjunto, nos presentan el rostro de la vida consagrada del siglo XXI con unos rasgos bellos, dinámicos, innovadores y sin por ello dejar de ser profundamente evangélicos y proféticos. Su lectura pausada y meditativa nos ayudará a impregnarnos de lo mejor del magisterio de la Iglesia contemporánea, y a vislumbrar -bajo la inspiración del Espíritu- nuevos horizontes y encendernos en un nuevo ardor.