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WAORANI

Fuga de la cárcel de “ninguna seguridad”

Alguien de la cárcel comentó: “debían haberse fugado todos”. Un alto funcionario expresó un tanto desconcertado que “no se sabe qué hacer”. Sin embargo, está claro que los carceleros hacen lo que planifican y ordenan en las oficinas de la fiscalía y del Ministerio de Justicia. El disco rayado de los comentarios repite hasta el absurdo: “es lo mejor que pueden hacer, fugarse”. El deber de todo preso detenido sin saber el porqué, es salir de la cárcel lo antes posible; aunque el deber del carcelero es procurar que no escapen. Por tal razón algunos de los policías encargados de la vigilancia de los presos fueron castigados por no haber evitado la escapada.

La visita a los waorani presos en la cárcel es penosa y deprimente. Se hace difícil entender cómo la fiscalía del Coca pueda mantener y explicar esta situación anómala de los detenidos. Aunque la postura actual de despejar balones fuera de cancha no tenga ningún asidero a dónde agarrarse, estoy seguro que van a descubrir la quinta pata del gato. Van a sacar una sentencia de la nada y “colorín colorado” se salvaron, unos y otros, del genocidio. Coca no tiene cárcel, lo que tiene es un CDP (Centro de Detención Provisional) y están presos en ese centro desde el 6 de Junio del 2014, sin visos de sentencia. Están cometiendo una ilegalidad y tomándole el pelo a todo el mundo, desde el Sr. Presidente, que insiste en que la justicia ecuatoriana es inmejorable, hasta al pueblo waorani que ansía la libertad de su gente.

La misma Corte de Justicia nos deja desconcertados a los ecuatorianos. “El máximo tribunal constitucional, después de un sinfín de consultas e informes con expertos, ha guardado sigilo”, leemos en una nota de prensa. “El 6 de Mayo la Sala de Admisión de la CC avocó conocimiento de la consulta hecha por la fiscalía del Coca sobre el caso”. Han pasado 45 días y sigue el mutismo. De pronto, un juez de la fiscalía de Orellana comunica: “por cuanto han transcurrido más de 45 días desde que la Corte Constitucional avocó conocimientos del caso (…) y hasta la presente fecha no se ha pronunciado (…), dispongo que la presente causa continúe sustanciándose en su trámite normal”.

Estos espectáculos son perfecta y ampliamente conocidos en el argot popular del espectáculo. En términos toreros: el maestro interrumpe sus pases de “Verónica” y pasa la faena al banderillero para que siga pinchando, haciendo sufrir al toro por un tiempo indefinido, hasta que el presidente de la corrida saque el pañuelo blanco y ordene el cambio de tercios. En términos futboleros: a cada pase de bolita de un jugador a otro del mismo equipo coreamos “¡Óle! ¡Óle! ¡Óle!. En términos culinarios se dice “pasar la papa caliente a otro” y en términos bíblicos sería “andar de Herodes a Pilatos”. ¡Pobres waorani, qué cinismo! La fiscalía del Coca tiene entre su personal a dos waorani como asesores e informantes ¡Empleados de Taita Patrón al más puro estilo colonialista! Es la expresión de “aprecio” que la justicia, la sociedad y las empresas extractivas sienten por los más antiguos habitantes de la Amazonia.

De los 6 presos waorani actuales en el CPD del Coca, todos son padres de familia. Sus esposas, hijos y abuelos los esperan en las profundas selvas de Dikaron y Yarentaro de la amazonia, a más de 100 kilómetros de distancia, faltos de sustento y seguridad. “Vienen poco a vernos, por falta de economía”, dicen. El Estado no ha intervenido y, tampoco ha apoyado a las familias de los presos, aunque son sus protegidos constitucionalmente, y sus esposas y niños tienen que acudir a la petrolera que opera en su lote (REPSOL) para que les apoye. Entre ellos hay un abuelo de orejas perforadas. El preso Inkeri tiene 6 hijos pequeños. Está solo en una celda de barrotes. Se lo considera peligroso, porque intentó escapar para ver a sus hijos y esposa ¡Los libres como el jawar! Están encerrados en celdas de varillas de hierro de 4 X 4 ¡A quien importan estos salvajes!

En un descuido de los carceleros, el 14 de junio del 2014 escaparon tres del grupo de 7 waorani presos. Dos se hicieron humo en una moto por las calles del Coca, pero el “gordo Inkeri” no cabía en el sillín y tuvo que caminar. La policía lo agarró a dos cuadras del Centro de Detención sentado en la acera porque “no podía correr ni respirar”. Llevaba varios meses en la cárcel de Lago Agrio y una semana larga en el Centro de Detención Provisional del Coca. Sus pulmones acelerados debido a la emoción de la fuga, no dieron más y se derrumbó. Sus piernas robustas, acostumbradas a la cacería y a retozar libre por las selvas del Yasuní se estaban atrofiando. “No querían andar y me dolía”. A los otros dos no les volvió a ver.

 “¿Quieres salir?”, le pregunto. ¡“Sí”!, me contesta con angustia indefinible, mirándome fijamente. Tenía confianza en mí, pero eso es peligroso en una cárcel donde hasta las miradas están vigiladas. Es considerado como preso de “alta peligrosidad”. Vi que ojeaba la hojita dominical “la Luz del Domingo” que algún alma de Dios le había pasado. “Ahora me dedico a orar” dice sin ningún convencimiento, “así me han aconsejado los evangélicos”. “No entiendo porqué unos vienen con un dios y otros con otro dios. Los waorani sabemos que hay un solo Dios. En ese creo”. ¡Otra barbaridad!

También se dedican a hacer artesanías de papel bond, “pero no tengo pinturas. Pintado resulta más bonito el colibrí” me dice Inkeri. Estas escenas corresponden al mes anterior. Debido a obras de albañilería en ese sector del calabozo y para que no escapen, les han colocado en dos celdas enrejadas en la sala común de presos. En el espacio anterior vivían separados de los presos comunes: en una celda estaban amontonados 5 waorani e Inkeri solo en otra. Ahora en una celda están 4 e Inkeri tiene un compañero, ocupando otra jaula. Pero la situación humanitaria es peor, debido al acoso sicológico de parte de los otros presos y de los visitantes que les hacen objeto de comentarios humillantes. Se les han hinchado las rodillas y les duele el cuerpo. “Me quiero morir” llora el abuelo Yeti. No parece que tengan visitas médicas y la comida les aburre. No pueden hacer ejercicio pues no les dejan salir de las diminutas jaulas al patio. A alguien que compadecida intentó hacerles masajes en las zonas de dolor no le permitieron entrar a las celdas: "No nos permiten. Desde el día que escaparon lo tenemos prohibido terminantemente”.

Al no haber cárcel en el Coca, los detenidos están de paso, provisionalmente. No pueden continuar encarcelados por más tiempo ¿Qué estatus tienen estos detenidos waorani? ¿Por qué están aquí si no es una prisión ni se les ha condenado? La razón de “así están más cerca para que sus familiares los visiten”, no es cierta. Pues se encuentran “en el lugar de nunca más”, lejos para desplazarse desde el bloque petrolero 16, a más de 100 kilómetros al interior de la selva, y otros 40 más desde Pompeya a Lago Agrio o a cualquier otra parte: están separados de sus esposas, hijos y parientes y no saben el porqué, les falta el conocimiento de los procedimientos del sistema legal y justiciero de los “kowori” que les aplican sin sentencia ¡Esa es la infinita separación!, una tortura sicológica incalificable. Después de tantos años y de haber encanecido sus cabellos repasando gruesos tomos de leyes, parece que ni la antropología ni los DDHH son el fuerte de la fiscalía del Coca ni de la CC.

El Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, dice que se den medidas sustitutivas distintas del encarcelamiento, acordes con la cultura en casos de indígenas. Art. 10, 2 “Deberá darse la preferencia a tipos de sanción distintos del encarcelamiento”. Art. 9, 2. “Las autoridades y los tribunales llamados a pronunciarse sobre cuestiones penales deberán tener en cuenta las costumbres de dichos pueblos en la materia”. ¡Más claro no canta un gallo!

Cuando habla de castigo se anota que sea de carácter educativo y no punitivo. Art. 10, 1. “Cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos pueblos deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y culturales” Durante su prisión tanto en la cárcel de Lago Agrio como en el Coca ¿Qué planes de socialización o educativos hay con ellos? ¿Qué plan de trabajo y de formación? para que comprendan cosas tan simples como porqué unos están detenidos y otros no. Están acusados 17 y están presos 5. ¿Cómo van a comprender las leyes que rigen en el estado ecuatoriano? ¿Dónde está la capacitación, la gestión de conflictos, la cultura ancestral…?

Pues ellos van a salir de la cárcel con la misma sensación de venganza contra los Taromenani, contra quienes les han detenido o contra quienes creen que les han acusado y traicionado… Pero claro, ¡ya han pasado 9 meses de detención! concluye la Comisión del Ejecutivo creada a mediados del 2013 y continúa: “es una situación de relacionamiento ancestral que debe tener en cuenta la cultura y la falta de integración en la sociedad ecuatoriana para una jurisprudencia acertada y adecuada. Se tendría que evaluar el tipo penal de genocidio con que la fiscalía (sin haber terminado la investigación, dice) acusa a los autores y en caso de culpabilidad, aplicar una sentencia “modulatoria” (Qué mismo será ese invento de “palabruco”)”.

 

Achakaspi

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