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TEMAS DE BUEN VIVIR:

El Internado

 

Tomando como punto de partida el afianzamiento generalizado del movimiento indígena en América Latina de los años 60 y recogiendo asombrados los incipientes reclamos de la lucha de los pueblos indígenas de la amazonia, el 30 de Enero de 1971, bajo la dirección del Dr. Georg Grümberg, se realizó el primer simposio “Fricción Interétnica en América del Sur no-Andina”. Participaron exclusivamente un buen número de antropólogos interesados en denunciar las acciones de genocidio y etnocidio que afectaban a los grupos tribales de las áreas amazónicas. Comúnmente se lo conoce como la “Declaración de Barbados”.

Sus objetivos eran ser la voz de los incipientes movimientos indígenas de la zona y hacerse eco de sus reclamos, llamar la atención de la opinión pública sobre la situación lamentable de los indígenas selváticos y responsabilizar de ello a los Estados Nacionales, a las misiones religiosas y a los antropólogos. Tuvo un fuerte e inmediato eco en las organizaciones misioneras católicas, no tanto en las misiones evangélicas y en los gobiernos que se movían al vaivén de intereses económicos extractivistas y coloniales. Las misiones católicas se sintieron señaladas y convocaron varias reuniones (Paraguay l974, Iquitos, Caracas). Unido al impulso renovador del Vaticano II se llegaron a tomar decisiones revolucionarias (cultura, lengua, territorios ancestrales), se comprometieron a la liquidación paulatina de los internados y a la promoción de la educación bilingüe en sus comunidades y escuelas con profesores nativos. Los internados con su carga política de educar al indígena para integrarlo al sistema fueron una mala experiencia cultural.

“Internado” puede ser una persona internada, como también el estado y régimen de personas que viven internas en establecimientos educativos, sanitarios o benéficos. El internamiento es una medida de seguridad empleada por algunas instituciones respecto a alumnos y consiste en residenciarlos en lugares donde sus actividades se orientan a ciertos objetivos específicos, permaneciendo vigilados y adoctrinados. En los internados del milenio los alumnos viven pensionados por el Estado en establecimientos de enseñanza en régimen interno o residencia habitual más o menos fija o temporal. Al mismo tiempo es el edificio donde viven los alumnos, y la institución del Colegio tiene el domicilio y ejerce las funciones de docencia y dirección.

 Estas prácticas han sido comunes en América del Sur desde los tiempos de las Reducciones Jesuíticas, pasando por las Reservaciones Indígenas del ILV, hasta los Colegios y Ciudades del Milenio actuales perfilados por la revolución ciudadana. La ciudad del milenio se convierte así, paralelamente al internado, en la residencia habitual de la población nativa en sustitución de la residencia tradicional en el territorio de la comuna (domicilio real), convirtiéndose en el verdadero lugar donde la persona vive tiempos relativamente prolongados. La comuna sería ahora la morada ocasional, donde vivirían de una forma transeúnte que vendría a ser el sucedáneo del lote de 15x15 en la ciudad del milenio. Pañacocha sería uno de los lugares de viviendas de los comuneros que se convierten en vecinos de la ciudad en cuyo término parroquial están domiciliados, moran y viven de asiento permanente por razón del empleo que ejercen o beneficio habitacional que disfrutan.

Según la “Declaración de Barbados”, “lo bueno para los pueblos indígenas y para una relación ética equitativa con el Estado sería evitar estos sistemas caducos, comprobados como destructores de las culturas y formas de vida indígenas. Se deben suprimir las prácticas escolares que suponen la ruptura de la familia indígena por internamiento de los niños y adolescentes, donde son imbuidos de valores opuestos a los suyos, convirtiéndolos en personas dependientes, incapaces de vivir en la sociedad nacional así como en la propia comunidad”.

“Evitar la introducción que impone una aparente modernidad que inhabilita al indígena para una convivencia responsable. Suspender las prácticas de concentración de las poblaciones indígenas con fines de “civilización” -en nuestro caso en las ciudades del milenio bajo el lema: ”Solo la ciudad civiliza al indio”-. Práctica que se refleja en el aumento de la morbilidad, alcoholismo, prostitución y descomposición familiar y cultural de las nacionalidades indígenas”.

“Corresponde al antropólogo el denunciar por todos los medios los casos de genocidio y las prácticas conducentes al etnocidio”

Una buena práctica, según Barbados, sería la eliminación de los internados y sustituirlos por los servicios de transporte escolar o “tambería” para los Colegios del Milenio, y la institucionalización del medio pensionista o pensión alimenticia, donde el alumno permanece y come en el colegio durante el día, retirándose después a su casa, donde merienda (cena) y duerme. La pensión de alimentos sería la cantidad que por acuerdo o disposición legal se asigna a una persona con fines de manutención y subsistencia. Una de las cosas que no cuadra en los Colegios del milenio es el régimen de internado. Son 3 los colegios de esta modalidad construidos en la amazonia ecuatoriana (Pañacocha, Boca de Cuyabeno y Nvo Rocafuerte). Institucionalizar algo ya superado y demostrado como nocivo debido a los efectos sociales negativos y a la influencia directa en el exterminio cultural, lingüístico y formas de vida indígena, sería regresar a los siglos pasados de esclavitud y etnocidio ¿O es otro el objetivo político?

Ante el peligro de etnocidio que anuncian ciertas nubes tormentosas que se vislumbran por el horizonte, merece la pena la electrificación de todo el Napo que por derecho debía haberse realizado desde tiempo atrás. Solo se cuenta con promesas. Constituye una deuda del Estado con las comunidades indígenas por la participación en las utilidades petroleras del l2 % que ahora se apropia y maneja el Estado. A sí al alumno, a partir del 8vo. Curso, se le evitaría la internación en los Colegios si en sus casas contara con electricidad e internet para cumplir sus tareas. El alumno, por otra parte necesita el contacto con la cultura, la comunidad, el medio ambiente, las formas de vida y hablar su lengua para un desarrollo humano integral. El requisito académico es superable y más suena a escusa o propaganda política populista que a buena intención o ayuda. Lo comprueba esto la supuesta Consulta Previa realizada últimamente en el Cantón Aguarico, donde se puntualiza que las comunidades reclaman y demandan una y otra vez a las autoridades necesidades básicas, lo mismo que a las empresas y ahora también al Estado (SHE) que llega con similares ofrecimientos y hace las mismas ofertas a cambio de un sí para la explotación petrolera del Parque Nacional Yasuní y del ITT. Hay pocas demandas, demasiado pocas de parte de las comunidades para cubrir sus verdaderas necesidades básicas, entre ellas agua, electricidad y educación ¿Será porque siempre las han visto relativizadas o anuladas por no cumplirlas o cumplirlas a medias? El Estado ha dado, sin que nadie lo pida, los Colegios y las Ciudades del milenio para que funcionen como íconos solitarios o laboratorios de nueva sociedad, según el modelo occidental; pero sin luz, sin agua, sin línea teléfonica, sin banda ancha para internet en la población…y otras muchas deficiencias que cubran las necesidades actuales de la ciudadanía. Cuando estudiábamos filosofía nos enseñaban en un latín “macarrónico” que “bonus est integra causa, malum est quodlibet defectum”: el “bien es completo, de lo contrario es malo”.

El gran reparo es el cultural, que no se salva ante la uniformidad impuesta por un horario de internado ni un espacio habitable de l5 X l5 en la Ciudad del milenio. Reunir en ellas familias indígenas de distintas comunas, sin tener en cuenta sus organizaciones, linajes y tradiciones, su forma de vida comunitaria, su territorio ancestral… para formar las ciudades es como recrear el fracaso de las Reducciones. ¿Será por eso que están invitando a los Jesuitas, Salesianos… a que se hagan cargo de estos modernos internados de la revolución ciudadana? Son intentos para agrupar a los comuneros y estudiantes dispersos y hacerlos vecinos o pensionistas de estas ciudades e internados con todos los atractivos y beneficios de la cultura urbana occidental. El objetivo es repetir el intento histórico (“la historia no se retrotrae”) de integración en la sociedad nacional, entendida como “civilización”, de enseñarles para instruirles, educarles para regenerarles, desarrollarles para cambiar sus “costumbres indias” y darles conocimientos para meterlos en la economía del sistema y en el turismo internacional folklorizando sus manifestaciones culturales genuinas. Se impone la lengua española como lengua franca entre las nacionalidades indígenas, y como vehículo de trasmisión de la cultura occidental y se promueve el olvido de las lenguas tradicionales hasta dejar de hablarlas y perderse totalmente. Se llegaría a un kichwañol lleno de infinitivos y gerundios. Los ecuatorianos estamos acostumbrados más de lo que nos imaginamos al uso diario de palabras kichwas que están desde siempre en los pliegues de nuestras almas criollas.

El espíritu libre de la cultura indígena rebota o se enquista. Los naporunas son autónomos, aborrecen la lógica de la uniformidad, acostumbrados a vivir en un territorio común y dueños de amplias zonas de selva donde son los “amu”. Es difícil que, de pronto se conviertan en felices vecinos anudados en red. Que la armonía dependa de equilibrios legales y normativos, medidos y los mismos día a día; que la libertad consista en obedecer a un jefe entre iguales, que lo mío sea tuyo de la misma manera y no de los nuestros: no tiene lógica cultural. Las utopías del espíritu de la selva están unidas a un amplio territorio ancestral en el que organizan sus cultivos, jornadas de pesca, cacería y recolección. Se oponen a reglamentaciones formales de uniformidad y sometimiento.

 

Achakaspi

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