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¿QUÉ DICE EL PAPA FRANCISCO 

A LAS FAMILIAS?

Regazo de alegrías y pruebas, de afectos profundos y de relaciones a veces heridas, la familia es una auténtica “escuela de humanidad” (GS, 52), de la que se percibe fuertemente la necesidad. A pesar de las numerosas señales de crisis de la institución familiar en los diversos contextos de la “aldea global”, el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia, experta en humanidad y fiel a su misión, a anunciar sin descanso y con profunda convicción el “Evangelio de la familia”. (Relatio Synodi 2)

1. UNA LLAMADA A MIRAR LA VIDA

Los iconos que iluminan la vida familiar desde la Creación, Trinidad, Nazaret y Pentecostés, desafían la realidad familiar que vivimos hoy. Además del modelo tradicional de papá, mamá e hijos, constatamos otras formas: familias de abuelos con nietos, tíos con sobrinos, madres y padres solteros, hermanos cuidando a sus hermanos, uniones libres sin compromiso alguno y personas de segundo, tercero cuarto compromiso. En unos y otros se buscan relaciones de comunicación, reconciliación, felicidad, vida, amor…

¿Qué experiencia tenemos de la realidad familiar: ¿Qué está pasando? ¿A qué se debe tantos cambios? ¿Qué valores se han mantenido en nuestra sociedad?

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2. UNA LLAMADA A DEJARNOS ILUMINAR

¿Qué dice el Papa a las familias?

Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. La fe, además, ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona. (Lumen Fidei 52)

En el discurso del Papa Francisco a las familias del mundo con ocasión de la peregrinación de año de la fe dijo:

He escuchado sus experiencias, las historias que han contado. He visto a muchos niños, muchos abuelos… He sentido el dolor de las familias que viven en medio de la pobreza y de la guerra. He escuchado a los jóvenes que quieren casarse, aunque se encuentran con mil dificultades. Y, en medio de todo esto, nos preguntamos: ¿cómo es posible vivir hoy la alegría de la fe en familia?

1. Las palabras de Jesús, en el Evangelio de Mateo, vienen en nuestra ayuda: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les aliviaré” (Mt 11,28). La vida a menudo es pesada, muchas veces incluso trágica. Lo hemos oído recientemente… Trabajar cansa; buscar trabajo es duro. Y encontrar trabajo hoy requiere mucho esfuerzo. Pero lo que más pesa en la vida es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser querido. Sin amor las dificultades son más duras, inaguantables.

Queridas familias, el Señor conoce nuestras dificultades, y los pesos de nuestra vida. Pero sabe también que dentro de nosotros hay un profundo anhelo de encontrar la alegría del consuelo. ¿Recuerdan? Jesús dijo: “Su alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11). Jesús quiere que nuestra alegría sea plena. Se lo dijo a los apóstoles y nos lo repite a nosotros hoy. Vengan a mí, familias de todo el mundo –dice Jesús–, y yo les aliviaré, para que su alegría llegue a plenitud. Y estas palabras de Jesús llévenlas a casa en el corazón, compártanlas en familia. Nos invita a ir a Él para darnos a todos la alegría.

2. Las siguientes palabras, las tomo del rito del Matrimonio. Quien se casa dice en el Sacramento: “Prometo serte siempre fiel, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Los esposos en ese momento no saben lo que sucederá. Se ponen en marcha, como Abrahán; se ponen en camino juntos. ¡Y esto es el matrimonio! Ponerse en marcha, caminar juntos, mano con mano, confiando en la gran mano del Señor. ¡Mano con mano, siempre y para toda la vida! Y sin dejarse llevar por esta cultura de la provisionalidad, que nos hace trizas la vida. Es un largo viaje que han de hacer juntos que ¡dura toda la vida! Y necesitan la ayuda de Jesús, para caminar con confianza, para quererse y perdonarse el uno al otro día a día.

Para sacar adelante una familia es necesario usar tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Pedimos permiso para ser respetuosos en la familia. ¡Digamos gracias, por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices gracias a tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra: Gracias! Y la última: perdón: Todos nos equivocamos y a veces alguno se ofende en la familia y en el matrimonio, pero escuchen este consejo: no acaben la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo. Permiso, gracias, perdón!

En la vida de una familia hay muchos momentos hermosos: el descanso, la comida juntos, la salida al parque o al campo, la visita a los abuelos, la visita a una persona enferma… Pero si falta el amor, falta la alegría, falta la fiesta, y el amor nos lo da siempre Jesús: Él es la fuente inagotable. Allí Él, en el Sacramento, nos da su Palabra y nos da el Pan de vida, para que nuestra alegría llegue a plenitud…

3. UNA LLAMADA A ACTUAR EN LO COTIDIANO

Mirando la sociedad y conociendo de cerca la realidad familiar la VC se siente interpelada y exigida a transmitir en los hogares y en el corazón de niños y jóvenes el amor de Dios que nos une y nos llama a un proyecto de vida donde todos podemos ser felices. Es un camino largo y de procesos seguidos. Escuchar el clamor de hombres y mujeres, de niños y niñas y jóvenes por encontrarse nos plantea nuevos desafíos. Por eso nos tendríamos que plantear:

 

  1. ¿A qué me compromete?
  2. ¿Cómo puedo compartir esta experiencia con otros?
  3. ¿Qué le quiero decir al Papa Francisco?

 

y tú, ¿qué le dices al Papa sobre la familia?

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