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Carta Pastoral para el Vicariato Apostólico de Aguarico

Una Iglesia en Salida Misionera

Mons. José Adalberto Jiménez Mendoza

A todos los sacerdotes, religiosas, religiosos, movimientos apostólicos, fieles laicos y personas que viven y trabajan en esta Provincia de Orellana y en el Vicariato Apostólico de Aguarico.

1. Introducción

Esta carta que les acabo de escribir, quiero que sea una animación para cada misionera y misionero del Vicariato de Aguarico, ya sea sacerdote, religiosa, religioso o laico. Y la escribo con un único fin: que todos juntos, laicos, sacerdotes y consagrados nos animemos a seguir siendo misioneros y misioneras, haciendo un camino de sinodalidad entre todos.

El 24 de noviembre de 2013, al clausurar el Año de la Fe, el Papa Francisco presentó la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” –“La alegría del Evangelio”-, dirigida “a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría, e indicar así caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG 1). Y es, esta marcha, la que quiero animar y alentar en estos momentos en nuestro Vicariato.

Como podrán darse cuenta, es un documento incompleto porque faltan muchas cosas por expresar y completar, pero esa es precisamente la tarea que dejo para todos los misioneros, empezando por mí mismo, a fin de que podamos entre todos elaborar una hoja de ruta que nos marque el camino hacia un futuro a mediano y largo plazo, se trata de elaborar el próximo plan pastoral que nos guiará estos próximos años.

El 2017 se cumplió el tiempo del Plan Pastoral del Vicariato que se había elaborado el 2012 y que acompañó a nuestra Iglesia en su ser y hacer misionero durante estos años. Ahora se trata de que, todos y cada uno, nos llenemos de ilusión y entusiasmo para que, teniendo en cuenta el Plan Anterior, elaboremos el nuevo proyecto que marcará el camino a seguir al Vicariato. Insisto en que aprovechemos las grandes líneas y contenidos del Plan Pastoral vigente para elaborar el nuevo, ya que nuestros pasos hacia el futuro serán más seguros si están afianzados en un pasado marcado por la historia que nos ha señalado el Espíritu Santo, a través de nuestros misioneros y misioneras, que dejaron toda -o lo mejor de sus vidas- en esta misión que ahora nosotros continuamos.

Existe una comisión grande, conformada por los responsables de los equipos y zonas pastorales –con el apoyo del Consejo de Misión- que iremos elaborando una “Hoja de Ruta” que nos va a guiar, a poner en camino y hacernos trabajar a todos, con el fin de que sea un documento útil para la evangelización, donde todos los actores de la sociedad puedan contribuir y tengan algo que decirnos y a quienes también -como misioneros- tengamos algo que decirles como Iglesia amazónica de este Vicariato. Es importante que nos escuchemos todos, para enriquecer nuestro plan pastoral.

Tanto en el Consejo de Misión como en los diferentes equipos de pastoral, hemos visto de manera conjunta que en estos momentos de cambio y cambios: -época de cambio y cambio de época- se hace necesario recrear y renovar nuestra Misión Apostólica dentro del Vicariato Apostólico de Aguarico, y lo queremos hacer de manera “sinodal”, es decir, caminando juntos, en una misma dirección hacia un horizonte común, a la luz de los documentos de la Iglesia y del Magisterio del Papa Francisco, sobre todo en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” y a la luz de la larga historia vivida, discernida y trabajada por los cientos de misioneras y misioneros sacerdotes, religiosas y religiosos y laicos comprometidos que han señalado y nos siguen señalando una ruta a seguir en nuestro Vicariato.

Después de un año y tres meses de haber sido elegido Obispo de este Vicariato -6 de octubre de 2017- sucediendo a Monseñor Jesús Esteban Sádaba, quien fue Pastor de esta Iglesia durante estos 27 largos años, he podido observar y conocer un poco más de cerca la vida del Vicariato en sus diferentes realidades: colona e indígena, tanto del campo como de las ciudades y cantones, aunque a decir verdad estoy más cerca de las realidades urbanas, mestizas y colonas que de la realidad indígena y campesina de las comunidades a las que me falta llegar y acercarme más.

He podido también constatar, con mucha alegría, el sentido de pertenencia y familiaridad que se vive entre todos los misioneros y misioneras, como una sola familia. Algo muy difícil de encontrar en otros ámbitos, incluso de Iglesia. Me animo y les animo a seguir cuidando estos espacios de fraternidad misionera y eclesial que hemos recibido, como una de las más bellas herencias de este Vicariato.

Desde el primer momento me propuse “observar” sin hacer modificaciones importantes – sólo hice los cambios estrictamente necesarios-, con el fin de conocer más profundamente la realidad. Aún así me quedan realidades sin conocer ni ahondar lo suficiente, realidades que seguiré profundizando con el paso de los meses y de los años, si el Señor así lo permite.

Como podemos ver, tenemos una historia grande que contar y continuar y no partimos de cero. Es esta historia vivida y reflexionada la que nos permite afianzar nuestros pasos y avanzar hacia los nuevos desafíos que nos presenta el presente y el futuro.

Con mucha sencillez les cuento que antes de escribir esta carta a todos ustedes he pedido durante varios días al Señor que me envíe la luz del Espíritu Santo, para que sea Él el que inspire, guíe y acompañe la animación para la elaboración de nuestro Proyecto Misionero en estos próximos años.

Para elaborar nuestro plan, es importante que escuchemos la invitación que se nos hace desde toda la Iglesia y, para ello -como animación- quiero señalar estos aspectos, que nos pueden ayudar a elaborar nuestra “hoja de ruta” como Iglesia Misionera.

2. Una Iglesia en Salida Misionera.

Éste es el llamado urgente que hace el Papa Francisco a toda la Iglesia, para que salgamos a anunciar y proclamar el Evangelio a todas las personas con las que nos encontramos cada día, en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la vida, porque una Iglesia que no sale, se queda encerrada en sí misma y muere. Así vemos que una Iglesia que no sale a anunciar a Jesucristo, no es misionera y si la Iglesia no es misionera, deja de ser Iglesia.

De ahí que debemos preguntarnos en primer lugar, de manera personal: ¿soy misionero? ¿salgo cada día a anunciar a Cristo con mi testimonio de vida, con mis palabras y con mis acciones o soy tan sólo un bautizado más que sólo “va a misa o asiste a actos religiosos”, pero no se compromete con nada?. Y en segundo lugar, debemos preguntarnos ¿Qué estamos haciendo como familia y comunidad para que la Iglesia de Aguarico esté siempre en salida misionera y en un “estado permanente de misión”, tal como nos lo pide el Santo Padre?.

Al emprender esta salida como Iglesia misionera, nos anima el mismo Jesucristo, Principio, Centro y Fin de nuestra misión, porque fue Él mismo, quien siendo Dios, salió de la Trinidad, salió de su cielo –por decirlo de una manera- y se hizo persona como nosotros, encarnándose en un ser humano para traer a la humanidad salvación y amor y para anunciar con su vida y su palabra el Reino de Dios.

En esta salida misionera nos animan muy de cerca miles de misioneros en todo el mundo que lo dejaron todo para irse a vivir y anunciar el Evangelio entre los más pobres. Como nos dice la carta a los Hebreos, ellos son “la nube de testigos”, que nos animan hoy.

Dios ha sido generoso con nuestro Vicariato de Aguarico, porque gracias a la entrega de cientos de mujeres y hombres, que el siglo pasado escucharon la llamada a la misión y a ser Iglesia en salida, lo dejaron todo y vinieron a este retazo grande de selva amazónica; gracias a ellos, hoy nosotros podemos proseguir esta labor misionera. Dios ha sido muy generoso con nosotros porque dentro de estos testigos tenemos a los mártires misioneros Alejandro e Inés, que derramaron su sangre por salvar a los pueblos indígenas, amenazados de extinción; y muchos otros misioneros y misioneras extranjeros y nacionales que han dejado toda o parte de su vida en la Evangelización de nuestros pueblos de la Amazonía. De estos misioneros de la primera y de la segunda hora en esta selva, aún tenemos el gozo de contar con algunos de ellos que, con más de setenta y ochenta años de vida entregada, siguen siendo misioneros entre nosotros, con su testimonio y con su palabra.

Hoy estamos nosotros, algunos recién llegados y otros con algunos años de misión y -es a nosotros- a quienes nos llega la invitación del Papa Francisco para animarnos a continuar la misión en estos lugares de las periferias geográficas y existenciales de nuestro mundo.

3. Como Vicariato Amazónico ¿hacia dónde ir?.

El Vicariato de Aguarico, al igual que toda la Iglesia, debe ir hacia las periferias geográficas y existenciales, de las que habla el Papa. De ahí que nuestro Vicariato ya tiene un camino y unas prácticas misioneras, que -en gran medida- ya están trazadas y que es necesario tenerlas muy en cuenta a la hora de nuestra labor misionera actual. Estas líneas es importante no desconocerlas.

Sin embargo y, por diversos motivos, algunas de estas buenas prácticas de misión han quedado desfasadas o sin uso con el paso del tiempo: envejecimiento, salida de la misión y muerte de la mayoría de los misioneros de largo aliento; la llegada de nuevos misioneros para pocos meses o para pocos años ya que son cambiados de lugar por sus superiores; la disminución de los misioneros y de las vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y al compromiso laical; la falta de formación de un liderazgo creyente; la falta de las vocaciones laicales; el cambio acelerado de la realidad, el crecimiento y cambio de la sociedad indígena, campesina y de la ciudad. En síntesis, hay más población y menos evangelizadores. Las sectas protestantes han proliferado en la ciudad y en los campos y se hace necesario un renovado compromiso que relance nuestra pastoral misionera.

Los misioneros que estamos actualmente en el Vicariato somos pocos y estamos comprometidos con el Anuncio del Evangelio en las zonas pastorales donde nos encontramos, pero -con frecuencia- nos sentimos desafiados ante la realidad que nos circunda, donde los problemas y desafíos son más fuertes que nuestras escasas fuerzas. Ahí es donde surge en nosotros un grande peligro, el de dejarnos llevar por la inercia y caemos en una suerte de seguir manteniendo nuestras prácticas religiosas y sacramentales con poco ánimo o con ese demonio de la acedia y el desánimo que, como una niebla invisible, invade y domina nuestras pocas ganas y del que el Papa Francisco nos advierte para no caer en sus garras.

Junto a esta realidad que crece demográficamente, hace que aumenten también, las oportunidades, los problemas y -por lo tanto- los desafíos se hacen aún mayores, demandando de nosotros algunas respuestas nuevas. De ahí que se hace necesario, en cada uno de nosotros, una verdadera y profunda conversión.

El Papa Francisco, para emprender la renovación de toda la Iglesia, nos pide a todos conversión, que nosotros ahora como Iglesia de este Vicariato nos planteamos seguir. De ahí que la presente carta es una llamada para cada uno de nosotros a la conversión desde sus palabras: “Hoy es urgente que salgamos hacia una nueva manera de ser Iglesia en la que recorramos un hondo camino de conversión personal, pastoral (EG), ecológica (LS) y relacional”

4. Conversión a la realidad.

Se demanda de nosotros un conocimiento profundo de esta realidad amazónica en la que estamos insertos. Un misionero con más de 40 años en esta misión le decía a una joven religiosa: “Para que comiences a ser una auténtica misionera tienes que lograr estos tres pasos. El primer año sólo mirar, el segundo año sólo mirar , el tercer año sólo mirar y el cuarto año ya puedes comenzar a predicar”.

Es importante que nos demos cuenta que nuestra misión se desarrolla en una región amazónica, indígena, mestiza y petrolera. Estas cuatro realidades configuran la realidad de las personas y de los pueblos. No podemos ni debemos desconocer esto porque debemos seguir el ejemplo de Jesucristo que pasó 30 años conociendo la realidad de su pueblo antes de dedicarse a predicar y al anuncio explícito del Reino de Dios.

No podemos lanzarnos a una misión evangelizadora pastoral sin tener un conocimiento real de esta zona e Iglesia del país. Debemos saber hacia dónde vamos y a favor y en contra de quiénes estamos. En esta realidad, sigue siendo un desafío grande el cuidado de la vida en sus diferentes formas: la familia, los jóvenes, las culturas indígenas, el cuidado de la “casa común”: cuidado de la Pacha Mama, el cuidado de los pueblos no contactados que peligran extinguirse, por la inconsciencia de la explotación de la madera y del petroleo.

El Papa nos invita a todos a una “conversión ecológica”, pero a nosotros -por ser parte de una Iglesia Amazónica- nos toca un poco más: comprometernos de manera personal y comunitaria con una conversión ecológica, que nos compromete en nuestra manera concreta de vivir.

5. Hacia el Sínodo Amazónico.

Hace un año, el Papa Francisco convocó a un Sínodo de la Amazonía a toda la Iglesia, mostrando así su gran preocupación por la destrucción de este gran pulmón del planeta y -sobre todo- por la destrucción de los pueblos aborígenes por las compañías petrolíferas. La siguiente reflexión está tomada de las conclusiones trabajadas ayer por nuestro Vicariato, donde se trabajó unas propuestas para llevar al Sínodo en Octubre de este año, que tienen que ver con el cuidado de la selva y la protección de los pueblos aborígenes.

Sobre Pueblos en Aislamiento Voluntario: “Más allá de las amenazas que emergen desde dentro de sus propias culturas, los pueblos indígenas han vivido desde los primeros contactos con los colonizadores fuertes amenazas externas” (LS 143, DAp 90). Contra estas amenazas, los pueblos indígenas y comunidades amazónicas se organizan, luchan por la defensa de sus vidas y culturas, territorios y derechos, y de la vida del universo y de la creación entera. Los más vulnerables, sin embargo, son los PIAVs, quienes no poseen instrumentos de diálogo y negociación con los actores externos que invaden sus territorios. (Documento del Sínodo)

Proteger a los pueblos indígenas y sus territorios es una exigencia ética fundamental y un compromiso básico con los derechos humanos; y para la Iglesia se torna en un imperativo moral coherente con el enfoque de ecología integral de Laudato si’ (cf. LS, cap. IV).

Por lo tanto, evangelizar implica comprometerse con nuestros hermanos y hermanas, mejorar la vida comunitaria, y así “hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (EG176), promoviendo por y para todo el mundo (cf. Mc 16, 15) no “una caridad a la carta” (EG 180), sino un verdadero desarrollo humano integral, es decir, para todas las personas y para toda la persona (cf. PP 14 y EG 181). Esto es lo que se conoce como el “criterio de universalidad” de la tarea evangelizadora, “ya que el Padre desea que todos los hombres se salven, y su plan de salvación consiste en “recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo” (Ef 1,10) […] Toda la creación quiere decir, también todos los aspectos de la vida humana” (EG 181), todas sus relaciones.

La Amazonía es particularmente rica por las diversas y ancestrales cosmovisiones de sus poblaciones. Tal patrimonio cultural, que forma “parte de la identidad común” de la región, se encuentra tan amenazado como su patrimonio ambiental (LS 143). Las amenazas provienen –principalmente – de una “visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, [que] tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad” (LS 144).

Por lo tanto, el proceso de evangelización de la Iglesia en la Amazonía no puede ser ajeno a la promoción del cuidado del territorio (naturaleza) y de sus pueblos (culturas). Para ello, necesita establecer puentes que puedan articular los saberes ancestrales con los conocimientos contemporáneos (cf. LS 143-146), particularmente aquéllos referidos al manejo sustentable del territorio y a un desarrollo acorde a los propios sistemas de valores y culturas de las poblaciones que habitan este espacio, quienes deben ser reconocidos como sus genuinos custodios, y hasta propietarios.

6. Conversión personal.

Hemos visto y palpado la realidad amazónica, pero ésta sólo comenzará a cambiar si cada misionero se pone en camino y en salida misionera desde sí mismo hacia un encuentro -en primer lugar- con Jesucristo, el enviado del Padre y -en segundo lugar-, cuando decide confrontarse frente a la realidad social y las necesidades de los más pobres. Cuando Jesús hace un llamado, lo hace de manera personal a cada uno de nosotros y nos llama por nuestro nombre para que le digamos un sí decidido y comprometido, para acoger y trabajar por extender su Reino de vida, de paz, de justicia, de vida para todos los pueblos.

Un misionero de verdad, tal como lo dice el Papa, no vive centrado en su ego ni gira en su autoreferencialidad, porque el verdadero referente de un misionero es Jesucristo, su Reino y los Pobres.

La verdadera conversión personal a Jesucristo y a los pobres, va acompañada de un hondo encuentro en la oración y contemplación del Señor que, en la práctica, se concreta en largos espacios diarios de oración personal, que luego nos mete en el compromiso de la realidad y problemáticas humanas que necesitan de la Salvación de Dios, obrada por Él a través de nosotros. Encargo del que a veces quisiéramos escapar, pero que un verdadero evangelizador no debe eludir, sino acompañar como lo hace el Señor.

7. Conversión Ecológica.

La realidad más grande que nos desafía en nuestra labor misionera es el “cuidado de la casa común”, es decir el cuidado de la Selva Amazónica y dentro de ella el Cuidado de los Pueblos Aborígenes Amazónicos, con toda la vida de la flora y fauna que aquí existen.

Esta tierra que habitamos es la Creación de Dios para nosotros, sus hijos. La selva amazónica, por miles de años, ha sido poblada por los aborígenes de diversas culturas: Quichuas, Huaoranis, Shuaras, Sionas, Secoyas, Tagaeri, Taromenani, Teetetes (etnia ya desaparecida en estos últimos años). Todas estas culturas aborígenes, mal llamadas otrora “salvajes”, han sido los mejores cuidadores y sanadores de la selva, porque se viven como parte y continuidad de la misma. Ellos cuidan la tierra, las fuentes de agua, solo cazan y cosechan lo que necesitan para vivir. Son uno con su Pacha Mama, con su madre selva, no son sus depredadores y destructores. Desde la llegada del petróleo esto ha cambiado.

En 1967 se descubrió el petróleo en las entrañas de esta selva y allí –paradójicamente- comenzaron todos los males para esta selva y sus verdaderos dueños, los pueblos ancestrales, cuya vida quedó amenazada al ir siendo destruido su hábitat a medida que las compañías petroleras y madereras entraban a explotar y destruir, convirtiéndose así en verdaderos depredadores y destructores, bajo el pretexto avalado por el gobierno de que el petróleo es un bien para la civilización y para el país, mientras que las culturas ancestrales quedaban expuestas a todo tipo de saqueo y destrucción desde sus tierras, su cultura y su modo de vivir.

Es importante no olvidar que, es en este contexto, en que Monseñor Alejandro Labaka y la hermana Inés Arango, optan preferencialmente por los grupos ancestrales que eran los más vulnerables ante la incursión petrolera.

Sin embargo, para los colonos que llegaron con el descubrimiento del petróleo sus fincas en el campo y sus negocios en la ciudad se convirtieron en una nueva oportunidad de trabajo y progreso para ellos y sus familias. Digo nueva oportunidad, porque todos los colonos y mestizos que vivimos aquí, llegamos un día de otras zonas del país, de la región andina o de la costa, excepto un grupo que cada vez se acrecienta de aquellos hijos de colonos y mestizos que nacieron ya aquí en la Amazonía y son ya amazónicos -y así se consideran- porque nacieron y viven aquí. Muchos de los colonos viven directa o indirectamente del petróleo, ya que algunos trabajan en las compañías y otros tienen sus negocios, cuyos usuarios -mayoritariamente- son los que provienen de la labor petrolera.

A nosotros, como evangelizadores nos toca conocer a fondo esta realidad para anunciar y denunciar lo que acontece en esta región. Como misioneros, no estamos en contra de la extracción petrolera pero sí estamos en contra de cientos de formas inadecuadas, contaminantes y destructivas que deterioran la salud de las gentes y amenazan la vida de las comunidades. Es importante señalar aquí el compromiso del Papa Francisco con el cuidado de la tierra, al escribir a toda la humanidad una carta donde pone en evidencia el grave deterioro y destrucción que está sufriendo el planeta y que es urgente que tomemos medidas de remediación, antes de que sea demasiado tarde y quedemos aniquilados todos, ya que la destrucción del planeta supone nuestra propia destrucción.

El Papa nos invita a tomar de manera urgente medidas de remediación ambiental. Esto hizo que, el año pasado, convoque a toda la humanidad y a toda la Iglesia universal a un Sínodo Amazónico y de manera especial a los 9 países del mundo que conformamos la región amazónica, con el fin de defender la vida y detener esta destrucción vertiginosa en la que estamos embarcados.

Los misioneros nos ponemos en camino y en salida para -junto al Sínodo Amazónico- defender la vida amazónica y la vida de sus pueblos, como una de las primeras tareas de la Evangelización.

8. Conversión pastoral.-

Nos dice el Papa a la Iglesia entera: “Espero que todas las comunidades procuren poner todos los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración” y -junto a ello- nos impele: “Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un “estado permanente de misión”.

Este llamado a la conversión pastoral nos lleva a prácticas de revisión y renovación de cada una de nuestras pastorales. En nuestro Vicariato hablamos con satisfacción de las múltiples pastorales que llevamos. Trabajamos con indígenas del campo y de la ciudad, pero a los que -por falta de misioneros- no podemos dedicarles más tiempo como quisiéramos; somos los dueños de tres unidades educativas prestigiosas: una escuela, un colegio para la ciudad y otro con extensiones en el campo, pero las fuerzas pastorales son escasas frente a más de cuatro mil estudiantes y más de un centenar de maestros. Se hacen necesarios equipos pastorales con una mayor dedicación de tiempo para la evangelización, que atienda y difunda la evangelización con sus maestros, con los padres de familia y con los niños y jóvenes estudiantes.

Esta conversión pastoral es una llamada a la conversión de toda la Iglesia: “Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad.” (EG26). Sigue diciéndonos el Papa que “sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico …cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo”.

Esta transformación tiene que darse en todas las instancias y departamentos del Vicariato, desde las realidades más pequeñas de nuestra pastoral hasta las más grandes deben ser revisadas, transformadas y convertidas: “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo para que las costumbres, los horarios, los estilos, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”. (EG.27)

Y continúa diciéndonos que es importante que nos animemos a hacer una reforma estructural, a fondo: “La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG.27). Esto es necesario para no caer presos, como dijo Juan Pablo II “de una especie de introversión eclesial.”

9. ¿Qué vamos a renovar de nuestra pastoral?.

Empezaremos por revisarnos cómo estamos nosotros los misioneros laicos y consagrados. Los sacerdotes, religiosos y religiosas es necesario que nos revisemos y renovemos como están nuestras prácticas evangelizadoras, tanto nuestras celebraciones como nuestro anuncio. Nuestra misión evangelizadora va mucho más allá de ello. Es necesario que revisemos cómo están formados nuestros catequistas y animadores en nuestras comunidades y parroquias.

Es necesario también animar una renovación de todos los movimientos apostólicos, que son parte de nuestro Vicariato, de tal manera que sin perder su carisma específico, entren a formar parte de la pastoral orgánica de toda nuestra Iglesia y no vaya así cada movimiento por su lado.

Animémonos a revisar todas nuestras pastorales de la parroquia, de las comunidades, de los grupos, de la escuela, del colegio, de los jóvenes, de la familia, de los indígenas, de los colonos. Revisemos nuestra catequesis, nuestras celebraciones litúrgicas, de la Palabra, de la Eucaristía. Revisemos nuestros cantos, nuestras homilías y contenidos. En definitiva la conversión pastoral nos pone en camino hacia una revisión de nuestra práctica pastoral ordinaria. Alguno me dirá que su práctica pastoral está muy bien y seguramente sea verdad y, si es así, siempre es bueno evaluar nuestra pastoral para mejorarla, ya que siempre es posible mejorarla.

Dentro de esta revisión es importante que abordemos las pastorales que más nos ocupan en el Vicariato: La Familia; los Jóvenes; Los Pueblos Indígenas más desprotegidos; Las Minorías étnicas y Los Pueblos en Aislamiento Voluntario; Los Laicos; Las Vocaciones al Sacerdocio, a la Vida Religiosa y Laical.

10. Conversión Social.

Dentro de nuestra conversión pastoral, estamos llamados a revisar cómo está nuestra práctica en la Pastoral Social, no sólo en cuanto hay una comisión social que se dedica a los aspectos sociales más relevante en el Vicariato, sino que debemos preguntarnos en primera persona: A más de mi práctica espiritual, litúrgica, pastoral, cómo está mi práctica social de pastoral que debe ser confrontada a la luz de Mt 25, “tuve hambre y me diste de beber, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo, en la cárcel, enfermo, emigrante…”.

Considero que la Pastoral Social es una asignatura pendiente en la Iglesia y en nuestro Vicariato, porque -si bien existen obras que son auspiciadas por proyectos del Vicariato- raramente visitamos o acompañamos el comedor social del colegio o el internado de niñas o señoritas indígenas. Nos podemos preguntar: ¿Cuántas veces hemos dedicado un día o medio a visitar a los enfermos en el hospital o en tu comunidad o a cuántos emigrantes y pobres has sentado un día en tu mesa; cuántas veces he ido a visitar a los presos de la Provincia de Orellana en la cárcel de Lago Agrio o a cuántas mujeres ecuatorianas y extranjeras que se dedican a la prostitución nos hemos acercado, para escucharlas o brindarles nuestra ayuda. Así como podríamos ver cómo acompañar a jóvenes esclavizados por las drogas o a las familias con enfermos por el VIH SIDA. También se hace necesario acompañar y consolar a las familias que padecen de cáncer, la mayoría de las veces provocadas por la contaminación petrolera.

Recuerdo al Ministro General de los Capuchinos que invitaba en una Navidad a llevar a nuestra casa a una familia extranjera emigrante o muy pobre y luego hacerle partícipe de nuestra mesa, oración, comida y atenciones. Un gesto como éste no es para quedarnos en lo anecdótico de la experiencia concreta, sino una invitación a una actitud permanente de acogida y conversión que debe estar en nosotros como misioneras y misioneros.

11. Conversión Relacional.

Las relaciones nos definen y es importante que de nosotros broten siempre relaciones cordiales, amables, que brotan de un corazón pacificado en el encuentro con el Señor. San Pablo nos dice que sea el amor de los unos por los otros nuestro mayor distintivo.

No olvidemos que somos enviados a un mundo violento, herido por el egoísmo y por el odio. De ahí que nosotros estamos llamados a llevar un corazón y un rostro alegre. Cuando el Papa Francisco se encontró con unos misioneros religiosos les dijo: “Les traigo una palabra y esta palabra es: alegría”. Es la alegría del encuentro con el Resucitado que según el Papa nos hace felices y no amargados con cara de vinagre.

Si queremos ser auténticos evangelizadores debemos anunciar la Buena Nueva, que sólo es buena noticia si quien la anuncia lo hace con alegría. Así el Señor nos invita a vivir bien relacionados y en armonía con nosotros mismos, con los demás, con la creación y con Dios.

Pongámonos en camino para ser anunciadores de las Buenas Noticias que Dios trae a esta tierra amazónica. Denunciemos también las injusticias y lo que no está bien, pero hagámoslo desde la base de nuestro encuentro con el Misterio Pascual: Jesucristo, Muerto y Resucitado, que es nuestro Salvador.

Muchas personas, llenas de tantas heridas en su vida y en su corazón, esperan de nosotros los misioneros una Noticia Salvadora, diferente a tantas “Malas Nuevas” que los rodean continuamente. Seamos para todas las gentes con las que nos encontramos cada día una Buena Noticia.

Que nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América Latina y Alejandro e Inés nos ayuden en la elaboración del Nuevo Plan Pastoral del Vicariato Apostólico de Aguarico y sobre todo, nos ayuden a llevarlo a la práctica donde llevamos adelante nuestra misión apostólica.

Coca, 21 de enero de 2019

Mons. José Adalberto Jiménez

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