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Tiempo de Cuaresma junto al Coronavirus

30 MARZO 2020

 

Iraide Donaire Hidalgo, misionera laica de Durango, trabaja en la Amazonía ecuatoriana, en el equipo misionero de la comunidad capuchina del Vicariato Apostólico de Aguarico. Desde la selva amazónica Iraide sigue estando muy cerca de los suyos, escuchando y acompañando a sus familiares y amigos en estas semanas de incertidumbre. A sus 27 años, ha podido entender que la distancia no es ausencia. En esta situación especial nos comparte una reflexión para esta Cuaresma.

Nos sentimos unidas a todas las misioneras y misioneros del mundo que siguen trabajando junto a los empobrecidos de la tierra.

“Aquí sigo en el Coca en la Amazonia Ecuatoriana, en el Vicariato Apostólico de Aguarico como misionera laica. A pesar de esta situación mundial que hay, agradecida de estar aquí y de lo que se me brinda. En la vida nada es estático y tampoco está todo estipulado.

¿Quién nos hubiese dicho que este año en la Cuaresma no iba a llegar el Coronavirus? Este virus ha despertado a todo el mundo y tiene muy angustiada a mucha gente. Está claro que la vida la vamos caminando y en este caminar van sucediendo cosas. Ahora es tiempo de estar en casa. A lo mejor teníamos pensadas en nuestras agendas y organizaciones muchas tareas, pero la situación ha cambiado, como las estaciones cambian.

Igual el mundo o cada cual necesitaba parar y ver qué estamos haciendo en esta tierra por las personas, la vida y la Pachamama (Madre Tierra) que nos ha sido regalada. Aun queriéndolo o no, es una situación que nos ha llegado o se ha provocado que llegue en una época para las personas cristianas muy especial e importante. Estamos preparándonos para comprometernos y dar la vida más aún por el mundo, es decir, darnos a los demás con amor y sin medida. Amando la diversidad que hay en el mundo, sin dejar de lado a nadie por su cultura, credo, género, clase social, orientación sexual…

En estos momentos, debido al Coronavirus está siendo una oportunidad para parar, estar, encontrarnos con nosotras, con las demás, con la naturaleza y con todas las energías/ luces existentes. Todo esto, para todo el mundo, sin importar el credo o la espiritualidad que se tenga. En estos días tristes y duros por el impacto negativo de la pandemia, que está matando y haciendo enfermar a mucha gente, las personas que viven al día ya notan la pobreza extrema en la falta de no tener qué comer…

También verle el lado provechoso que está teniendo para el encuentro con una misma, para agradecer lo que tenemos, sea mucho o sea poco, para ver que los seres queridos caminan como sea, pero caminan, para buscar alternativas, pero sobre todo para SER, ESTAR Y CONTEMPLAR. Cada día que va pasando he podido ver y sentir que el parar da miedo a las personas, ese miedo a mirarse en silencio cada cual internamente.

Pero, creedme, este encuentro con nuestro ser es un regalo que la vida nos hace para vivir esta cuaresma, abiertas a esa conversión que nos haga llevar el evangelio vivo cuando caminamos por la vida. ¿Se siente miedo y asusta darse cuenta de que, en SILENCIO y en el ESTAR, nos asaltan muchos ruidos? Claro, pero la cuestión no es tapar los ruidos, las dificultades, los sueños no cumplidos… ya que siguen saliendo. Por lo que puede ser un buen tiempo de reflexionar y meditar como Iglesia (las personas) que somos: ¿qué estamos haciendo por cuidar el mundo?

El evangelio (Mt 1,16.18-21.24a) del jueves nos hacía pensar en esto. También, ¿a quién le estoy cerrando las puertas y no invitando a cenar alrededor de la mesa conmigo, como Jesús hizo en la Última Cena? Quizá a las personas divorciadas, a las refugiadas, a las que no se casan por la Iglesia, a las personas LGTBIQ+, a las mujeres que luchan por tener voz en la Iglesia… Vivamos un tiempo de Coronavirus, de Cuaresma, de parar, de SER, de CONTEMPLAR… con vida llena de amor y esperanza.

¡Paz y bien para todo el mundo!»

 

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