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25  AÑOS  DE  UNA  IGLESIA

En Coca han festejado, como se merecen, los 25 años de episcopado allí de Jesús Esteban. Por nuestra parte, en esta iglesia de San Antonio de Pamplona, se recordó que lo consagraron de obispo aquí. Él, además, revivía sus 50 años de sacerdote. ¡Felicitaciones!

Ahora bien, supongo que lo celebrado en Coca tendrá más que ver con los 25 años de la iglesia local que él ha presidido. Es lo que más importa. Seguro que a Jesús Esteban también.

Tal como algunos declaran, 25 años es casi el tiempo de dos generaciones humanas. Por tanto esa iglesia actual de Aguarico ha de ser, forzosamente, bien distinta a la que conoció el obispo al llegar, como un meteorito a un planeta extraño, en 1990. Como es obvio, muchas cosas han cambiado, algunas sustancialmente: la sociedad de Orellana (las sociedades, podríamos decir) y sus modos mentales, la economía y la política, las creencias y los nuevos grupos de fe…

Seguro que el obispo, en los días pasados, ha pensado más de un rato en esto. En esa deriva eclesial en la que, como decía Jesús, conviene no ir adormilados, sino abrir los ojos, tratar de interpretar las nuevas señales de los tiempos, mantener el sabor de la sal, la luz en alto, llevar la levadura a todas las masas… Porque, si eso se pierde, ¿para qué serviría la sal de esa iglesia?

Personalmente he repasado, con la mayor gratitud, el tiempo que pude participar allí. Recuerdo, sobre todo, a personas de toda clase y condición, creyentes o no, que me parecieron despiertos. Y que trataban de mantenerle a uno atento a cuanto sucedía, implicado en esa brava y magnífica vida amazónica. Seguramente hubo también alguno adormecido, pero ahora mismo se me olvidaron.

Así que un abrazo a Jesús Esteban y a quienes siguen en ese campo, en tan magnífico empeño.

Miguel Ángel Cabodevilla

 

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