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HOMILIA EN LA MISA CRISMAL

DE LA IGLESIA DEL VICARIATO APOSTÓLICO DE AGUARICO

EN LA CATEDRAL DE COCA

(Coca, 29 de marzo de 2021)

Un saludo a todos los que estamos aquí y hemos sido elegidos por Dios para conformar el Cuerpo de Cristo: Laicos, Religiosos y Religosas, Sacerdotes, Obispos. Hoy le decimos al Señor que todos somos parte de su Iglesia Misionera y de su Cuerpo, en esta porción de Él llamada Vicariato Apostólico de Aguarico, que -en comunión con el Papa Francisco y toda la Iglesia- queremos caminar juntos, sinodalmente.

Por cuestiones prácticas vivimos esta celebración hoy, pero es bueno recordar que esta liturgia en la Iglesia está marcada dentro del inicio de los tres días que marcan nuestra salvación: El Misterio Pascual, que queda iluminado con la Resurrección de Cristo. De esta manera quedamos envueltos en este misterio del Amor de Dios por la humanidad en la que el mismo Dios muere para que cada uno de nosotros tenga vida y sea testigo de la redención, como hemos rezado en la Oración Colecta.

Aquí, en el Vicariato Apostólico de Aguarico, conformamos una gran familia, una familia hecha de muchos rostros, tal como nos pide el Papa Francisco: Una Iglesia con rostro amazónico, que más bien es una Iglesia en plural con muchos rostros amazónicos, conformados por la riqueza de muchas nacionalidades y pueblos.

La Iglesia de nuestro Vicariato, desde los inicios, fue concebida como parte de una Iglesia que se sabe misionera, enviada por Dios y por ello llegan aquí misioneros, hombres y mujeres religiosos y laicos, extranjeros y nacionales para formar esta familia de ungidos y enviados, que -como testigos del Señor- nos sentimos Iglesia en Salida, más allá de sus propias fronteras.

La Palabra que nos dirige Dios en este día, nos invita a ser -en el Vicariato- una Iglesia Samaritana que, al igual que el hombre del Evangelio y del capítulo primero de la Encíclica Fratelli Tutti, sale por los caminos en busca de los heridos para llevarles el Óleo y la Unción Sanadora de Jesús que hemos recibido desde el día de nuestro bautismo. Unción que no se queda en una teoría ni en un discurso, sino que la llevamos a los que sufren en diversos lugares y circunstancias

Hemos sido llamados a socorrer a los heridos del camino para llevarles el óleo del Consuelo y la Solidaridad y que, en este tiempo de pandemia, han aumentado: los que pasan hambre, sed y frío; las que sufren violencia, los que están en los mal llamados “centro de rehabilitación” o más bien cárceles de la muerte; quienes han sufrido abusos; los enfermos y solitarios en sus casas y en los hospitales; los emigrantes que sufren rechazo y hambre; los que no ven un horizonte para sus vidas y toman la vía del suicidio para aliviar su lacerante dolor; los que viven presos de vicios y esclavitudes… a todos ellos somos enviados llevando la unción del Señor, mediante nuestra cercanía, escucha y solidaridad.

Al ser parte de este “Paraíso Verde” –tal como llamaba a la selva amazónica Monseñor Alejandro Labaka-, paraíso que, por nuestra injusticia y los gobiernos de turno, lo convertimos en infierno que aniquila y enferma a los pueblos dueños legítimos de la Amazonía, estamos llamados a ayudar a los pueblos aborígenes a que sus territorios sean lugar de vida digna y no de saqueo depredador, como está aconteciendo en muchas comunas donde sus tierras están siendo destruídas y contaminadas. A ellos también somos llamados a llevarles la Unción Sanadora del Señor, que hemos recibido.

Nosotros hemos sido Ungidos por Jesús para salir a ungir a los demás, sobre todo a los pobres. Si bien es cierto que seguimos en tiempos de pandemia y debemos cuidarnos lo mejor posible para cuidar a los demás, no podemos encerrarnos en nuestras casas, conventos e Iglesias sino que como Jesús y Francisco y tantos otros misioneros, que en su tiempo desafiaron a las pandemias y salieron a socorrer a los más necesitados. A veces olvidamos que en tiempo de San Francisco la lepra era muy contagiosa e incurable, pero cuando el Señor tocó el corazón de Francisco, fue enviado a estar y a atender a los leprosos y ese fue el camino de tantos misioneros en el mundo entero, atender a los apestados –como se llamaba en ese tiempo-. Tantas Órdenes Religiosas nacieron para atender a los enfermos de pandemias y peste. Hoy Jesús nos pide hacer lo mismo.

Quiero agradecerles de parte del Señor a todos ustedes, queridos misioneros, que han sido muy creativos para saber llegar al corazón de las personas más necesitadas y lo han hecho con sencillez y creatividad ya sea presencialmente, por teléfono, por zoom o medios digitales, cuando no era posible de otra manera; pero siempre han salido al encuentro de los hermanos para brindarles los sacramentos, la escucha o la ayuda solidaria pero siempre lo han hecho y eso hermanos, alegra mucho al Señor.

También expreso la gratitud de tantas personas a los misioneros y misioneras que han sabido acompañar desde los diferentes medios los duelos y sufrimientos que están pasando.

Hoy abramos nuestro corazón al Espíritu Santo para que nos ayude a renovar nuestro Sí al seguimiento de Jesucristo, que este mismo Espíritu nos ayude a seguir caminado en Sínodo. Y que María Madre de Jesús y Madre nuestra nos enseñe a llevar la unción que hemos recibido a los más necesitados.

Que nuestros mártires Inés y Alejandro nos ayuden a entregar la vida como ellos lo hicieron para que los pueblos de la Amazonía tengan vida digna y abundante.

 

Monseñor José Adalberto Jiménez Mendoza.

Vicario Apostólico de Aguarico.

 

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